Opinión

NO ES UNA MALDICIÓN

El puerto más importante de pesca de Europa se queda fuera de las terminales marítimas de referencia en la red transnacional de la UE. El segundo puerto con mayor tráfico de carga de vehículos de España no tiene una autopista del mar, de la que sí dispone Gijón, región donde no hay una factoría. Seguimos: la línea de alta velocidad no llega a la mayor ciudad gallega y sí, por ejemplo, a Santiago, que apenas alcanza los 90.000 habitantes. Y así todo. ¿Es una maldición? Lo parece en verdad, o quizá el fruto de una especie de coalición negativa que sale a menudo airosa.


Hay otras teorías sobre este mal fario que nos persigue. Por ejemplo, no son pocos los que opinan que todo se debe a que durante la larga época de Manuel Soto, Vigo fue probablemente la única ciudad de España donde el ministerio de Obras Públicas limitó su actuación a un derribo, el del nada llorado scaléxtric de la calle Lepanto.


Seguramente muchos todavía recordarán al ministro Cosculluela, responsable entonces del departamento que hoy dirige Ana Pastor, sorprendido de que mientras en toda España los alcaldes le pedían actuaciones de construcción, en Vigo su titular le reclamaba una demolición. Que en efecto se produjo, y donde el propio ministro tuvo una foto para la historia al mando de la perforadora que envió el viaducto de la autopista que nunca llegó a funcionar a la historia más extraña de la ciudad.


Desde entonces, todas las desgracias parecen haberse cebado con Vigo, y peticiones cargadas de lógica, como el AVE, la Autopista del Mar o el puerto nodal, se convierten en reclamaciones imposibles.

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