Opinión

El eterno sufrimiento vigués

Existe un extenso y continuado sentimiento de tragedia que sobrevuela sobre los vigueses con una sensación de desamparo que siendo a veces cierto llega a cegar la realidad. Hay ejemplos sobrados. Pongamos la construcción del hospital Álvaro Cunqueiro, que poco a poco se va colocando como un gran centro público moderno y con capacidad para convertirse en el número 1 de Galicia. Salvo catástrofe, es cuestión de tiempo que así sea. ¿Qué se diría si se hubiera abierto en A Coruña y Vigo siguiera con el viejo Xeral, que no admite comparación? Otro ejemplo, Zona Franca, la única agencia del Estado en todo el Norte, un privilegio que permite que fondos millonarios -40 millones- sean gestionados directamente desde la ciudad en su mejora y en busca de empresas que quieran instalarse en el área, en lugar de pasar al saco común del Ministerio de Hacienda. No hay otra hasta Barcelona. Incluso la creación del Consorcio Casco Vello no deja de resultar un privilegio para poder transformar el barrio histórico en un lugar donde se puede vivir y pasear. Es evidente que ha sido un éxito: supone una fuerte inversión que asume en su mayor parte la Xunta.
Es cierto que no hay línea del AVE construida y ni siquiera proyecto garantizado. Se trata de un asunto clave que exige mantener la variante por Cerdedo y reclamar que salga de un cajón y se convierta en un proyecto constructivo, lo que nunca ha ocurrido en la larga tramitación, más 12 años ya. Y si no se va a desarrollar, como dicen los expertos ferroviarios, que se plantee abiertamente una alternativa válida que acepte para la ciudad en lugar de seguir gastando el tiempo. Las hay. 
Vigo tiene problemas, desde luego, pero cuenta con mucho a favor. Hundirse en el eterno sentimiento depresivo ni es bueno, ni es justo ni tampoco real. Ni siquiera resulta beneficioso.

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