Según el Sergas hay 320.000 residentes en Vigo con domicilio permanente en la ciudad. Son muchos más que los fijan los censos, pero probablemente muchos menos que los que de verdad viven en Vigo pero se niegan a figurar como tales. Todos conocemos a varias personas que pese a tener su casa y trabajo en la ciudad, mantienen su empadronamiento en alguno de los ayuntamientos gallegos, a veces en el entorno, otras más allá, en Lugo o en Ourense. Los motivos son variados, entre ellos la resistencia natural a dejar formalmente el lugar donde uno tiene sus raíces y quizá una vivienda familiar de fin de semana o verano. A todos ellos hay que insistirles en que ser más resulta bueno para todos. En realidad, el número da razones y Vigo no podría optar, y menos conseguir, una universidad, autopistas, delegaciones oficiales de la Xunta o de la Administración del Estado -y el AVE o un aeropuerto mejor- si no es haciendo valer la población. Quizá si la mayor urbe gallega fuera capital de su provincia no sería tan importante (véase lo que pasa con Pontevedra) pero en la irregular situación política y administrativa, ser más lo es todo.
Y eso sin contar que hay servicios como la iluminación de las calles o la reparación de servicios que sólo pagan los empadronados, aunque utilicen todos.
Según el Sergas hay 20.000 personas en ese limbo y del Concello es la responsabilidad de buscarlos y darlos de alta. Con que sólo un 50 por ciento fueran 'recuperados' ya habríamos superado los 310.000 habitantes, destacando aún más dentro de Galicia y en España.
