Los biólogos de la Universidad de Vigo Mariano Lastra, Jesús Souza y Jesús Troncoso partieron hacia una de las bases españolas en la Antártida, un viaje largo con parada en Santiago de Chile. Confían en llegar a Isla Decepción de cara al día 14 de este mismo mes para comenzar su novena expedición en el polo sur del planeta.
Novena campaña a la Antártida. ¿Qué experimentos llevarán a cabo esta vez?
Nosotros tenemos un protocolo de seguimiento del metabolismo de los suelos del litoral que procuramos mantener todos los años que vamos a Isla Decepción. Repetiremos ese muestreo, que es una medición de los flujos de CO2 a la atmósfera y de nitrógeno y fósforo al sedimento, aparte de medir la cobertura de macroalgas. Luego dos experimentos sobre el efecto de la radiación ultravioleta sobre las tasas de descomposición de las algas y consumo de los herbívoros. Veremos cómo se descomponen las macroalgas y cómo se comportan los herbívoros.
¿De cuánto tiempo dispondrán para hacerlo?
Un mes. Da tiempo de sobra, pero hay que prever que vas a tener problemas con la meteorología y a veces repetir los experimentos.
¿Por qué razón es necesario hacer estos experimentos en un entorno como el antártico?
Este experimento tiene que ver con hipótesis relacionadas con el cambio climático y la desaparición de la capa de ozono, que son dos procesos que están teniendo lugar en la Antártida, por lo que queremos medir qué efecto tienen en los ecosistemas. Vemos los procesos asociados a la materia orgánica en el sistema. Nosotros nos especializamos en las macroalgas. En este ámbito hay pocos estudios o ninguno en la Antártida y es una línea de trabajo que creemos que es muy interesante y puede rendir beneficios tanto a nivel de conocimiento.
¿Cómo es la rutina de un día normal en esta expedición? ¿Qué temperaturas suelen soportar a la hora de llevar a cabo los experimentos?
Las temperaturas no son muy extremas, a lo largo de la campaña estamos entre -5 y +5 grados. El problema es el viento, que es casi constante y eso reduce mucho la sensación térmica, eso es a lo que nos enfrentamos. Si no hace viento, no es un clima particularmente frío. El día a día es casi casi como podría ser en España. Se trata de una base militar en la que estamos 15 científicos y otros 15 militares. Ellos se encargan de intendencia, logística y transporte y están pendientes de que no tengamos problemas y se maximice nuestra comodidad. Nosotros nos dedicamos al 100% a nuestro trabajo y a ese respecto es un privilegio poder trabajar allí. Nos levantamos, desayunamos, cogemos las zodiacs y nos vamos a recoger muestras.
¿Qué resultados ha arrojado hasta ahora su investigación sobre la capa de ozono?
Tenemos los datos del proyecto anterior. Esos ya los hemos publicado, y, con respecto al actual, lo que sospechamos nosotros es que un pequeño incremento de temperatura afecta desproporcionadamente a la emisión de CO2 y la emisión de nutrientes al sedimento y que la radiación ultravioleta sí que tiene efectos en los procesos de descomposición en materia orgánica, la retrasa.
¿Cuántos años estima que les llevará completar esta investigación?
Esta es nuestra última campaña de este proyecto. Ahora dedicaremos el próximo año a examinar las muestras recogidas.
¿El agujero de la capa de ozono está realmente cerrado, como se llegó a decir?
El agujero de ozono se cerró durante unos años, pero a partir de 2020 de nuevo se volvió a abrir con el tamaño que había tenido en máximos. De este modo, el problema está presente y la radiación ultravioleta en altas latitudes está volviendo a penetrar hoy en día como antes.
¿Planean volver en 2025 a Isla Decepción?
No, no podemos acumular y acumular muestras. Nosotros tenemos que calibrar mucho el volumen de material y necesitaremos un año o dos.
¿Con algún experimento en mente ya para una próxima campaña?
Lo tenemos en mente y en función de los resultados, veremos.
