Opinión

Comisión imposible

Buenas tardes, señores comisionistas, esta es su misión si deciden aceptarla. Comprar mascarillas y test de antígenos a precio de oro y cobrar seis millones de dólares en comisiones, para gastarlos enseguida en bienes de lujo. ¿Misión Imposible? Nada más lejos de la realidad, un negocio seis veces redondo que se cerró con naturalidad y sin escrúpulos para percibir una comisión que parecería imposible si no fuera que se materializó en dinero fácil y alegría desbordada de los dandis listísimos que idearon la operación.

Como si de calderilla se tratase, Alberto Luceño Cerón y Luis Medina Abascal, los linces del braguetazo mercantil y mecenas de sí mismos se dedicaron a gastar un dinero fácil y tonto que les quemaba en las manos. Profesionales del lujo y expertos en vida distendida, como si de un concurso de televisión se tratara, se fundieron en un tiempo record la práctica totalidad del beneficio en coches, relojes de lujo, una casa e, incluso, un yate. Yo no descartaría que se hubieran encendido un buen puro con billetes de cien en la cubierta del barco al que podrían haber puesto de nombre, en un guiño sarcástico “Solidaridad”. Pero mientras dejaban calderilla en los bolsillos para acudir a la Feria de Sevilla, la Fiscalía Anticorrupción presentaba la querella haciendo patente que los funcionarios públicos de carrera son los garantes de la legalidad y del interés general, corrigiendo los deslices de los bienintencionados pero ingenuos políticos a los que toman por tontos cuatro espabilados, que se parten el pecho de risa al cerrar operaciones de gastos corrientes como si de la venta de la Torre de Pisa se tratara. 

Si el hermano de Ayuso le sacó los colores a la presidenta de la Comunidad de Madrid, ahora el primo de Almeida, lejos de seguir el ejemplo del primo de Zumosol y protegerle en el patio del colegio que es la política española, le deja en mal lugar al ocupar la posición de intermediario en esta millonaria operación rastrera. Menos mal que el nuevo líder del PP nacional ha sido claro y rotundo al afirmar que los comisionistas de las mascarillas son unos pillos y defender al alcalde de Madrid, persona íntegra donde las haya que habrá pensado que las mascarillas eran muy caras pero buenas. Pero pillos eran los Golfos Apandadores que intentaron una y otra vez asaltar la fortaleza del Tío Gilito, casi siempre con escaso éxito. A estos golfos de ficción les teníamos simpatía. Pero estos hombres de negocios en mayúsculas son unos mangantes, unos jetas vividores sin escrúpulos y sinvergüenzas, calificativos que se les pueden poner sin recurrir a la presunción de inocencia que podrán esgrimir ante la Justicia. Seguramente habrán llorado en su Lamborghini o en la cubierta de su barco, si el embargo decretado por la Fiscalía les ha dejado tiempo para ello. Pero no se lo crean, serán lágrimas de cocodrilo porque de lo único que se arrepentirán es de haber sido pillados en este acto obsceno. 

Ah! La naturaleza humana. Filosofía pura e infinita. ¿Es el hombre bueno por naturaleza o es un lobo para el hombre? Tal vez ni una cosa ni la otra, o ambas al mismo tiempo, porque hay tantas conciencias como personas, sin perjuicio de los que carecen de ella. Es desconcertante conocer a diario actos de inmensa generosidad humana y descubrir a su vez la contraposición de la vileza sin límites. En lo peor de la pandemia, mientras muchos sufrían y morían, otros metían las manos en los bolsillos del Estado.  No estará a la altura de los réditos de las ventas de bombas y armamento militar, por su sangriento resultado, pero por la naturaleza de la deshonrosa operación se le acerca mucho. El ser humano es extraordinario –no solo para Aquarius – y capaz de cualquier misión –también comisión- imposible. 

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