Opinión

Patrón, jefe, editor

Haber hecho de lo recibido algo más grande; respetar incondicionalmente a los que nos dieron tanto, aunque ya no estaban, y resultar más fuerte el recuerdo que el olvido; compartir fumantes sobremesas; vivir intensamente de la vida y disfrutar con lo más sencillo; celebrar cada año el regreso de las cigüeñas; rechazar la injerencia de lo público en lo privado; soñar en hacer proyectos imposibles; lograrlo; jamás utilizar la influencia para lucro propio; dar trabajo y sustento a cientos de familias; luchar desde la moderación por el futuro de una tierra y el bienestar de sus ciudadanos; tener siempre abierta la puerta; mostrar cabezonería, pertinacia y tenacidad en las causas consideradas justas; reprochar abusos y excesos de la representación política; ser ambicioso en los negocios y metas; generoso con los suyos; exigir un fuerte y constante nivel en el trabajo; mostrar valentía y arrojo inimaginables; saber reírse de uno mismo; ser diplomático y no serlo; compartir éxitos y emprendimientos; mostrar agradecimiento a la lealtad; ganarse la autoridad más por el respeto que por el miedo; luchar por una información independiente; ser firme en sus juicios e indulgente con los infortunados; combatir corruptelas, situaciones monopolísticas y abusos administrativos; rechazar favores que no estuvieran al alcance de los demás; exhibir oportunamente un inteligente pronto y mordaz socarronería; pretender que seamos más libres, …

La condición individual va fraguando con el discurrir de las experiencias que va enseñando la vida, pero hay personas que la marcan para siempre. No hablo de cicatrices, si no de huellas. Huellas imborrables que, sin quererlo, se hunden ya como propias en la personalidad ya forjada, adulta. Fortuna tendrá aquel que se cruce, entre tantas variedades individuales, con personalidades a las que aprenda a admirar y que brinden la oportunidad de ser la persona que quieres ser.

Tal es el caso. Hasta siempre don José Luis.
 

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