Opinión

Garganta profunda

Del amor al odio hay un paso y de ser un asesor de un primer ministro o presidente del Gobierno a convertirse en su peor pesadilla y en ‘chivatos’ cuando abandonan el cargo hay un paso todavía más corto. Hay quien ha pasado de tirarse por un barranco por su jefe a ponerse en el mercado al mejor postor para tratar de que no vuelva a ganar las elecciones generales asesorando a sus adversarios políticos. O al menos intenta hacerle la puñeta cada semana a través de sus artículos en prensa, sin que por el momento el despedido del despacho colindante con el de Pedro Sánchez, Iván Redondo, haya llegado a chivarse de cosas inconfesables. Lo contrario que ha hecho el que fuera asesor en jefe de Boris Johnson, Dominic Cummings, que es el ‘garganta profunda’ que ha puesto a su exjefe al borde de la dimisión al estilo Gila: “¡alguien ha participado en una fiesta que no debía!”.  Sibilinamente Cummings no dice nada, pero da las pistas para que el círculo sobre Boris se estreche y se estreche. 

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