Opinión

Leones y Constitución

Visitar Madrid por primera vez conlleva pasar por delante de la fachada principal del Congreso de los Diputados, ese edificio que alberga personajes que ponen voz y cara a la política exportable por los medios de comunicación y que se meten cada día en nuestras casas. El momento es variopinto en el arco parlamentario, tanto que nunca habíamos colocado en la Cámara Baja una pluralidad semejante de partidos. Los dos leones de bronce que lucen en lo alto de la escalinata no miran al frente, lo hacen de lado, y ello es fácil como sugerencia para decir que en la política los peligros no vienen de cara por los contrincantes y tampoco por los que rivalidan desde el mismo lado. Una de las esculturas es león macho y la otra hembra y aún así posan en la misma  postura rehuyendo la mirada. Rehusan ojearse aunque conviene saber que son fruto de una historia de amor. Dicho esto más de uno, a buen seguro, dirá que precisamente por eso.

Las apariencias engatusan a las mismas puertas del órgano constitucional que representa al pueblo español. La mitología nos dice que las esculturas tuvieron divinidad humana, ella como la cazadora Atalanta y él, Hipómenes, como el hombre que la consiguió con engaño en una carrera donde la distrajo soltando manzanas de oro. Algo había que hacer para rebajar las cualidades de la veloz atleta y ella confiada se paró a recoger las tres piezas de fruta que hicieron detener su fama como competidora del viento. La metamorfosis a animales vino como castigo por haber practicado sus impulsos en un templo de la diosa Cibeles. El considerado sacrilegio supuso arrebatarles el cuerpo humano y no mirarse nunca porque los antiguos griegos creían que los leones no podían aparearse con otros leones si no que sólo podían hacerlo con leopardos.

Es semana de celebrar que tenemos Constitución, la misma semana en que otra festividad nos recuerda “llena eres de gracia”. Ambas nos unen como festividades en todo el territorio español independientemente de la localidad o de la Comunidad Autónoma. Dos festivos que vienen a hacer país manteniendo la tradición católica de España y por otro lado al grito unánime de que somos constitucionalistas gracias a los que por ello lucharon. La Constitución ya no es convergencia de propósitos o compromisos, ya sean explícitos o implícitos, ahora hay registros documentados y ordenados para facilitar la convivencia en sociedad. Hablamos de agenda 2030 como Carta Magna defensora de los nuevos criterios. Un enigma para nosotros mismos donde no importa la revolución interior del individuo y sí lo hace con la relación directa de la irracionalidad colectiva. Crecemos en multitud y decrecemos en individualismo. La transformación es hoy un Estado que quiere volvernos niños sin responsabilidades pero con apariencia de pelambre leonina. 

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