Opinión

Carnaval de metaverso

La Navidad reposa volátil en el recuerdo y la máscara carnavalesca se prepara como metaverso para este mes que va de corto en pleno invierno. Enterrado el Nadal  del abrazo, de las miradas, de los buenos deseos y de la fraternidad mundial, la diana es ahora estrella que luce como efigie con careta feriante. Los dardos pinchan conciencias electorales y el cocido y el lacón se incluyen mucho antes del jueves lardero hasta el martes de carnaval. Arrastramos cola de descontrol y permisividad que caracteriza febrero porque algunos son expertos en la farsa y el folclore nacional. Es hora de no disimular la representación porque tocan a desfogue antes de la cuaresma. El semáforo está verde. No valen religiones pero sí. Llega Don Carnal para todos, incluidos los que no lo tienen  como celebración religiosa; pero la realidad lo pone en boga, sobre todo, en sociedades católicas y sobre todo en aquellas en las que, fuera de España, esa influencia ha llegado con los navegantes españoles y portugueses.
La etapa covid-19 nos ha aletargado el humor, nos supuso parar las efusiones;  pero no hay mal que cien años dure.
Tenemos mucho carnaval en camino y ya no es como en tiempos pasados que venía a hacer comedia de la seriedad del resto del año. Es época de perfecta parodia. El  desenfreno festeja con derroche la algarabía pagana para poner en evidencia lo que es ya un reality diario. Este que llega es un carnaval metaverso  y también podemos llamarle un metaverso carnavalesco. Los detonantes están servidos y el mundo  virtual tiene latido de corazón. Nos conectamos a él como si estuviésemos desenchufados de los dispositivos que nos hacen pensar que realmente estamos dentro de él, y con el que interactuamos. No nos transportamos a ningún mundo sencillamente nos repiten lo que hay escenificado en fiesta de las mismas cosas que hacemos día a día. En este carnestolendas podemos interactuar, ha sido creado antes para parecerse a nuestra interna realidad y a la externa, esa en que los dispositivos de los medios de comunicación nos hacen acceder a una existencia cada vez más virtual y aumentada.
Este mes de gigantes y cabezudos salen a la calle avatares disfrazados. Tiene la apariencia de carnaval inmersivo; pero es una verdad virtual que también lleva gafas. Ve lo que ve y sus sensores registran nuestros movimientos para que el avatar dentro de ese metaverso se comporte haciendo lo mismo. Estamos dentro y fuera pero en el más puro carnaval.  

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