Opinión

Uno de los nuestros

Los de Vigo estamos hoy de luto por la pérdida de uno de los nuestros, uno de esos tipos fuertes y honestos a los que es imposible no querer porque son grandes como castillos, buenos como el pan y se juegan la vida por todos nosotros como parte de su trabajo diario sin otorgarle importancia a ese oficio de riesgo que se asume  generosamente en beneficio de una ciudadanía que les guarda un profundo respeto y les profesa el cariño y el reconocimiento que merecen. Lloramos emocionados y doloridos la tragedia que nos ha dejado sin Sergio, un bombero de Vigo que no ha podido sobrevivir al derrumbamiento de un tabique en una vivienda ruinosa de O Berbés. Se le ha caído encima en pleno servicio y uno de los nuestros es ya recuerdo, una pérdida irreparable, una pena compartida,  quebranto, honor y silencio.
Cuando toca asumir situaciones tan difíciles como ésta es cuando asoma la sensación de que todo lo demás apenas tiene trascendencia y mucho de lo que sucede se reviste de importancia sin merecerla. Estamos inmersos en una nueva campaña política, una de tantas de ida o vuelta embebidas en un tráfico continuo de mensajes construidos sobre discursos ampulosos y en muchos casos grotescos, de una clase política de medio pelo que la ciudadanía escucha como quien oye llover porque los ha escuchado tanto con anterioridad que han perdido el sentido tras ser repetidos mil veces. Y de buenas a primeras, ese ámbito cotidiano espeso y reincidente que precede a una convocatoria a urnas se torna vacío e inconsecuente cuando una tragedia tan próxima y tan profunda nos salta al camino y nos impregna de dura realidad, de sombra y de tristeza con la muerte de un hombre bueno, un bombero de Vigo que ha fallecido cumpliendo con su obligación, sirviendo desde el silencio, la humildad y el anonimato a todo el colectivo sin buscar más recompensa que hacerlo bien y marcharse a casa con los suyos exhausto pero con la satisfacción del deber cumplido.
Todos los de Vigo somos hoy Sergio, un ejemplo de honra, valor y generosidad. Me gustaría que estas líneas tristes sirvieran para algo. Al menos para fomentar su recuerdo aunque a los suyos no les sirva de mucho consuelo. El vacío, lo sé, no se rellena con palabras.  

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