Opinión

Rosita la Pastelera

Francisco Martínez de la Rosa fue un granadino refinado y exquisito que, partiendo de una ejemplar carrera en los ámbitos universitarios como catedrático de Ética, llegó a la política  trazando una importante carrera parlamentaria que le condujo a la presidencia del Consejo de Ministros. La vuelta del rey Fernando la costó pena de presidio en Melilla y,  una vez en libertad, se convirtió en cabeza de los liberales doceañistas, la fracción moderada procedente de las Cortes de Cádiz. Fue presidente durante el Trienio Liberal y se salvó por los pelos. Presentó su dimisión un año antes de que entraran en España los Cien Mil Hijos de San Luis quienes, al mando del duque de Angulema, restablecieron el absolutismo fernandino mientras  en desbandada, los liberales huían por la frontera para no ser colgados del pescuezo, Martínez de la Rosa entre ellos.
Los críticos de la época le colocaron el dudoso mote de Rosita la Pastelera tal vez porque esos críticos ya suponían una homosexualidad encubierta. Pero sobre todo, el sobrenombre se lo ganó por su afán conciliador y su vocación pactista porque pastelear entonces era vivir de componendas. Liberal tranquilo y dialogante, intelectual imbuido de ideas políticas foráneas al estilo británico, el talante más bien difuso de la España posfernandina le convirtió en una figura capaz de general desconfianza en las capas más cerriles. El político granadino fue llamado por la reina regente María Cristina de Borbón para formar gobierno, y fue el primer político de nuestra historia  decidido a  poner de acuerdo a liberales y moderados para construir un parlamento que fijara líneas de acuerdos y entendimiento. En un ambiente enrarecido que acabó en guerra –los partidarios de Carlos de Borbón aspirante al trono, se levantaron en armas contra la niña Isabel hija del fallecido monarca- planteó una Cortes de diálogo y en realidad inventó el bipartidismo. Siguiendo la doctrina establecida por la Constitución del 12 que se recuperó  a medias en el Estatuto Real,  Rosita la Pastelera inauguró honorablemente el sistema Parlamentario que hoy nos ampara. Los que ahora ocupan sus escaños son hijos de aquel dandy andaluz de elegancia natural y blanca melena. Nadie se acuerda hoy de Rosita la Pastelera. Y sin embargo, haríamos bien en recordarlo. Y respetarlo mucho. Se lo merece.

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