Desde la pasada década cronista se cree en el deber de recordar todas las navidades que en Galicia el nacionalismo está consiguiendo popularizar al “Apalpador”, sustituto de Papá Noel/Santa Claus y hasta de los Reyes Magos, un pederasta que le regala juguetes a los niños tras toquetearlos secretamente cuando duermen en sus camas.
El Apalpador apareció en 2006 promocionado por el BNG; hasta entonces era un desconocido, aunque algún anciano en las aisladas montañas galaicoleonesas del Caurel dice recordarlo, dirigida debidamente su memoria por los militantes; ancianos así repiten lo que uno desea a cambio de un poco de atención; clásico invento de una falsa tradición.
Es un carbonero de aspecto grosero que baja de las montañas para palparle secretamente la barriga a los niños mientras duermen, comprobando así que están bien alimentados y regalarles juguetes y castañas calientes. Uno premio es comida, símbolo fundamental en el psicoanálisis.
Posiblemente hubo apalpadores: señores poderosos o curas que, en tiempos de las hambrunas que tantas veces sufrían los pobres campesinos, les daban alimentos y les concedían favores a los padres para que les dejaran tocar y mucho más a sus hijos.
La creación de la figura, explicable por psicoanalistas, antropólogos y etnólogos, se debería a que los padres disimulaban su infamia tornando al depravado en amable proveedor de víveres.
Revivir a este pervertido demuestra la ceguera de los nacionalistas promocionando detestables figuras sin análisis crítico cambiando a modelos tradicionales “extranjeros”, sobre todo los Reyes Magos, por degenerado “patriótico”, parcialmente imitador –carbonero-- del Olentzero vasco.
Y con una mínima perspicacia puede deducirse, quizás sin errar, que el Apalpador se ha creado o reinventado para difundir ocultamente la pedofilia porque a los niños les queda subconscientemente el mensaje de que los pederastas son cariñosos y que, dejándose tocar, obtendrán premio.