Opinión

El cuerpo y el delito

Los diarios italianos acaban de publicar que la pareja formada por don Juan Carlos de Borbón y doña Sofía de Grecia han iniciado los trámites de divorcio ahora que él ha dejado de ser rey y ella ha abandonado su difícil posición de consorte. Se trata de una situación que no es nueva y que ya reprodujo un escenario parecido cuando Alfonso XIII entregó la corona tras las elecciones generales de 1931 abandonando el país y de paso abandonando también a su mujer la reina Victoria, que hubo de resignarse a esperar en un apeadero la llegada del tren que la llevaría al exilio. Tras varios años de ninguneo y sufrimientos en los que el monarca español la trató con más desconsideración y crueldad de la que pueda imaginarse, el lamentable comportamiento de su marido para con ella y sus hijos en las horas finales de su reinado y su egoísmo culpable –que me salve yo y los demás que arreen- colmaron el vaso y la soberana escocesa no quiso volver a saber nada de su marido en todo lo que le quedaba de vida. Desde el momento mismo en que salió de España muerta de miedo, se cuidó muy mucho de no coincidir con su esposo, trató de residir en Inglaterra y al final se avecindó en Suiza y no volvió a ver al rey ni siquiera de cuerpo presente. Alfonso se quedó solo, sin mujer, sin hijos, sin parientes, sin amigos y sin partidarios y acabó sus días joven aún, en la habitación de un hotel de Roma en la que murió en silencio de una angina de pecho a principios del año 41.
Don Juan Carlos y Doña Sofía llevan en realidad separados más de veinte años, y ese distanciamiento profundo que parece se inició tras una infidelidad del monarca en un cigarral de Toledo, ha sido conocido y simplemente ignorado por todo el país a pesar de que todo el mundo parecía estar al cabo de la calle de que cada uno hacía vida independiente que obligó al empleo de múltiples eufemismos entre los que el que tuvo más éxito fue aquel por el que el Rey definía a la Reina como una gran profesional.
No creo, por tanto, que un divorcio coja a nadie por sorpresa ni vaya a producir ninguna situación dislocada en una familia que ya sabe de eso y en la que la infanta Elena ya es divorciada y la reina Leticia también lo es aunque a veces se olvide. La dinastía Borbón ha sido de toda la vida muy dada a la vida galante y salvo Carlos III que fue casto incluso en su viudedad, los demás han tirado mucho del cuerpo en cualquier estado y situación. Y por muchos siglos…

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