Opinión

Desambiguación necesaria

Cervantes, el “Príncipe de los Ingenios”, el novelista que quiso ser poeta y fracasó en el intento (“Yo que siempre me afano y me desvelo/ por parecer que tengo de poeta/ la gracia que no quiso darme el cielo”, dijo de sí mismo), se mofó del túmulo del rey Felipe II con aquel desmesurado: “¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza/ y que diera un doblón por describilla!”. Era un soneto irreverente. Era la burla de un hombre que no había obtenido del rey demasiados favores, ante aquel abigarrado y grotesco catafalco erigido para conmemorar la muerte del monarca. Pocos, empero, entendieron en su día la ironía del poeta.
 “En cuanto a VOX –escribía el pasado viernes este modesto junta letras y seguro servidor de ustedes, en referencia al éxito obtenido en las urnas por la formación política-, voto a Dios que me espanta su proeza: cincuenta y dos Señorías; tres millones seiscientos cuarenta mil misóginos, homófobos, machistas, xenófobos, racistas, fascistas, genios del mal y gentes de mal follar”. Acidulada ironía que muchos leyentes no entendieron. La desambiguación, pues, es necesaria: Esto es lo que cacarea la “progresía comunista” (obsérvese el oxímoron) de los votantes de VOX, no yo, que por no haber resuelta diestra en quien confiar también hube de elegir extremo duro.  
En aquel artículo también manifestaba que los apóstoles de la demagogia, Pedro y Pablo, hicieran un Judas, al sellar con un beso su traición a cuanto habían predicado; que en el mercado del chantaje para poder formar gobierno, cada euskaldún cotiza por diez iberos, y que estos bravucones de mente hueca y palabra vacua, mirarán al soslayo, se calarán el chapeo  y no dejarán ninguna huella, salvo un catafalco billonario de deuda externa.
Algunos leedores me felicitaron, otros debieron maldecirme porque me silbaron mucho los oídos, y un amigo me envió un wasap: “En realidad te perdonaría todos los calificativos, pero lo de “gente de mal follar” me tocó la moral”. Ambos entendimos el sarcasmo. E intercambiamos iconos con risitas. 
Soy agnóstico. Creo en el mal, que es una condición del ser humano, peor aún que la que, para los cristianos, encarnan los ángeles caídos: calamidad, vileza, iniquidad, perseverancia en el estrago. Y también creo que ante la autorreferencialidad moral, el laicismo adoctrinador y el humanismo inhumano del conexo desgobierno que nos acecha, de nada sirve rezar. Por eso invoco al espíritu del bien. Ojalá que Papá Noel no tire la toalla. Amén.  

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