Opinión

El plan del PSdeG

Desechando expresamente las enseñanzas del hoy apartado Felipe González, el PSOE decidió abandonar la centralidad. El resultado ha sido dejar de ser un partido hegemónico que gana elecciones generales para transformarse en el primero al frente de muchos. No es poco, y la estrategia le ha valido muy bien a PS para seguir en el Gobierno con una coalición múltiple donde a menudo sus socios reman en direcciones contrarias. El precio a pagar: políticas centrífugas letales electoralmente, muy difíciles de vender en la mayoría de las comunidades autónomas, como se vio el pasado año, con la caída de la mayoría de las plazas. Y eso vale también para Galicia en las vísperas de las autonómicas.

La delegación socialista gallega, el PSdeG, aspira a que se cumplan dos condiciones: A, que el Partido Popular no logre la mayoría absoluta (la ha conseguido siempre desde 1989 salvo en 2005, cuando Fraga se quedó al borde y tuvo que irse a la oposición); B, recuperar la posición por delante del BNG. Porque si se cumple A, pero no B, el PSdeG se vería obligado a estar al servicio del nacionalismo gallego, como ya está del catalán y el vasco, y eso no haría sino empujarle todavía más en la dirección contraria a una fuerza como el PSOE, con una larga vocación de liderar el país. Solo cuando el PSOE se ha colocado por delante del BNG ha sido alternativa real al PP y con posibilidades de conseguir el Gobierno gallego, como pasó en 2005. En los años anteriores, el BNG lideró la oposición, lo que daba total seguridad a Fraga de que su trono no corría peligro. De hecho, fomentó mantener al BNG como interlocutor, porque sabía que mientras el PSdeG estuviera hundido todo seguiría igual. Y en eso llegó Emilio Pérez Touriño, que fue flor de un día por sus propios errores. 

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