Opinión

Innecesarios conflictos protocolarios

Ya se ha escrito mucho del tema y creo que con mucha razón la crítica es muy plausible. Bastantes problemas tiene este país como para que ahora surja un añadido del todo punto improcedente, olvidando el interesante discurso del rey Felipe VI. Se trata de la reciente celebración de los 40 años de la primera legislatura democrática. La inconcebible ausencia del rey emérito en la Carrera de San Jerónimo el pasado 28 de junio debido al protocolo, según pretende justificar la Casa Real, es del todo punto inadmisible. Sobre todo cuando allí se congregaron todos los diputados de hace cuatro décadas que aún viven. Sinceramente creo que cuando el protocolo va en contra del sentido común debe superarse. Y de sentido común era la presencia de Don Juan Carlos como había estado en el momento de la constitución de aquellas históricas Cortes. 


Los tiempos cambian y bien creo que normas y ritos de otrora están ampliamente superados, deben estar ampliamente superados. El protocolo es para las personas y éstas cambian con el paso del tiempo que es bien distinto al de entonces. El rey Juan Carlos I ocupó entonces un lugar de privilegio y esto debiera haberse reconocido aquel día. Lo hicieron su hijo y la presidenta del Congreso, pero, precisamente por eso, su presencia física hubiese sido lógica y necesaria. El protocolo, ya trasnochado, debiera revisarse y adecuarse a la situación actual.


Dicho lo anterior sería necesario aclarar al propósito que hay otras normas de protocolo que debieran respetarse al menos por educación. El saber estar en cada momento es fundamental en una sociedad que se precie. Parece que algunos desconocen este punto. Renovar las normas protocolarias sin duda, pero sin que ello suponga poner patas arriba actitudes que ayer, hoy y siempre siguen y seguirán estando vigentes en una sociedad civilizada.


El acto de la Carrera de San Jerónimo era un homenaje merecido a una generación y así debieran entenderlo todos. Nadie va a la playa en frac como nadie debiera asistir a un acto de cualquier forma. E igualmente el comedimiento y la educación en un acto como aquel debiera tenerse muy en cuenta. Pretender dar la nota está fuera de lugar. Parece incoherente con esas normas comunes ir de esmoquin a un teatro y acudir al Congreso de una manera bien distinta.


Cierto     que los tiempos han cambiado pero hay cosas que nunca pasarán Y, además, quienes están en posesión de un acta para sentarse allí debieran reconocer y tener en cuenta que la poseen por los votos del mismo pueblo. Y, lo cual es importante, una vez tomada posesión son los representantes de todos quienes les votaron y de quienes lo hicieron a otras formaciones. Vuelve una vez más a mi memoria la postura de Julio Anguita siendo alcalde de Córdoba. Asistía a las profesiones porque decía que él era el alcalde de todos los cordobeses.


Me da la impresión de que esta actitud algunos la ignoran. Puede ser católico o budista o musulmán, pero por encima de todo es el representante del pueblo y debe acompañar a ese pueblo también en sus creencias. Porque, si somos sinceros, ¿qué sería de Santiago, por poner un ejemplo claro, sin la Basílica compostelana, las peregrinaciones y en suma la devoción al Apóstol? Olvidar, obviar e incluso atacar esta realidad es un claro contrasentido. Está muy por encima del protocolo del que hablamos al comienzo.
En definitiva es toda una cultura que desea abrirse paso por un camino que a mi modo de ver sería un craso error histórico.

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