Opinión

Joaquín y la paellera

La semana pasada dedique mi semanal a la nostalgia de un Vigo que ya no existe. Esta vez añado un pequeño detalle relacionado con los bares y en especial las cervecerías. En esa época solo servían la de barril en dos de estos establecimientos, el ‘Pasillo’, que aún conserva la tradición de ‘pincho’ de aceitunas en pimentón y cacahuetes en su cascara, y el otro era el ‘Joaquín’ en la calle Areal, que, en las últimas décadas antes de su desaparición, lo regentaba ‘Luis’ y su mujer francesa. Los pinchos especiales eran ‘gambas en gabardina’. Como cantaba Maurice Chevalier en la película ‘Gigi’, ‘lo recuerdo muy bien’. Cuando llegué a Vigo por primera vez, el ‘Pasillo’ estaba muy cerca de Correos y naturalmente era un bar que frecuentábamos a menudo.
 La señora que nos servía tenía un gallito blanco que era como mascota amigo de todos los comensales. Luego, al pasar los años, ya casado y durante los períodos de residir en la Muy Leal, el piso de nuestra residencia estaba ya en la zona de Rosalía de Castro y ‘Joaquín’ llego a ser la cervecería de preferencia. Acudía regularmente con mi mujer y mi suegro. Un día, comenzó la construcción en la rotonda del Areal de una fuente en forma de sartén que posteriormente estarían instalados una serie de chorros de agua, sincronizados, muy similar al cachivache que hoy regenta la rotonda de Serafín Avendaño. ¡Ah! Pero no existían aun los controles digitales de los ‘chips’. Seguían los sistemas analógicos a base de relés eléctricos. Por culpa del tiempo y otros pormenores tardaron muchos meses en acabar la instalación. Un día de sol, tomando una caña fuera del bar, cuando aún no funcionaban los chorros, se me acercó Luis y me dijo: ‘Parece una paellera.’ No dudé a los pocos días de escribir mi nota a este periódico titulado ‘La Paellera’. Conservo el recorte por si acaso. Aquí no acaban las anécdotas. Otro día, esta vez acompañado de mi hijo, me comentó que no bajara al sótano donde se almacenaban los barriles. Naturalmente me quede sorprendido y le pregunte porqué. ‘Cualquier día se cae el edificio.’ Los cimientos dan miedo.’ Fuera de broma. No miento. Esto fue hace casi treinta años. Pues bien, pasaron los años, ‘Joaquín’ murió y el edificio quedo apuntalado similar a cientos de otros en esta ciudad que están en situaciones idénticas. Por otro lado, estaba el centro de gimnasio ‘Coliseum’ adjuntos a este edificio. Lo conozco muy bien porque mi mujer lo frecuentaba para seguir una terapia conocida como Acuagym.
 La semana pasada ocurrió lo inevitable. El edificio, después de años se vino abajo e inmediatamente comenzaron las acusaciones de las entidades involucradas de gobierno, léase Concello y Xunta de Galicia. Personalmente me lleva sin cuidado que los políticos de turno se ensalcen en la lucha de culpabilidad. Lo que es evidente es que hay muchos otros edificios en ruina y a la vista de todo el mundo que siguen sin la investigación necesaria para proteger a los vigueses/as del peligro de derrumbe como ocurrió en este caso. 
Puede que haya gran satisfacción por la enorme campaña de humanizaciones para modernizar la urbe, pero uno paga impuestos incluido los municipales para que también incluyan todo tipo de protección física de los ciudadanos. No me refiero a los servicios sociales, sanitarios y seguridad, para dar ejemplos que ya son agradecidos. Finalmente sugiero que la Gerencia de Urbanismo abra un expediente, comience una investigación y catalogación a fondo de los edificios en ruina que podrían ser un peligro para la sociedad.

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