Opinión

Anécdotas de la rúa

Hace seis años, una editorial de Vigo presentó un certamen muy bonito de ‘Relatos Vigo Histórico’ en donde se seleccionaban los mejores veinte y posteriormente se publicaban en un pequeño libreto para la venta pública. En dos ocasiones presenté un par de cuentos, pero sin resultado. 

La entrega de premios era en la ‘Casa gallega de la cultura’ en la Plaza de la Princesa de la ciudad. Presidia la mesa de entrega nuestro ilustrísimo y excelentísimo alcalde del Concello de Vigo, presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias. Como todos los años recibo un amable correo por si deseo participar da gusto saber que este año vuelve el concurso. Un evento que no esta sujeto a aplazamiento. ¿Por qué os lo cuento? Porque me dio la idea de escribir mi propia nota de las anécdotas de lo que observo estos trágicos días de confinación cuando salgo a hacer la compra de algún alimento o a la farmacia a recoger medicamentos. Comienzo. Primero, y aparte de todas las personas involucradas a nuestra sanidad, tengo que felicitar y animar a otros sectores que puedan pasar de percibidos que igualmente arriesgan sus vidas atendiéndonos públicamente. Desde fruterías a pescaderías, supermercados y el público mismo por lo menos en mi barrio que se comportan correctamente respetando las distancias tanto entre personas como de los dependientes/as de las tiendas. 

He notado que algunas pagan con dinero y otros usan las tarjetas de crédito. Yo uso tarjeta, vuelvo a casa y lavo llaves y tarjeta. ¡He tocado partes comunes como la puerta del edificio y los botones del ascensor1! Mi mujer cree que estoy loco. Nuestra pescadería y carnicería están en un mismo local. ¡Uf! Como buen samaritano, hago cola en uno y luego en el otro al no ser que pido por teléfono un encargo que ya está preparado. Los clientes que esperan respetan este procedimiento. ¡Pero de vez en cuando hay uno que otro despistado, como el que quiere sentarse ‘adentro’ porque esta cansado! ¡Por favor, esperar afuera, solo 2 a la vez! Le dice el carnicero. Luego lo de la frutería/verdulería. Nuevamente solo 4 a la vez y guardar distancia. Pero como tiene todo abierto hacia la acera, una señora comenzó a coger fruta. ¡Por favor, señora, respeta las normas! En mi farmacia los farmacéuticos están protegidos como en el sector de chequeo de un aeropuerto. En este caso solo un paciente a la vez. 

El problema no es tanto la seguridad de contacto, pero el de ‘falar’. Tanto blindaje y separatismo –no el catalán– que si uno no tiene bien el oído no se entiende lo que dice la o el farmacéutico. Es lo que me paso y casi tuve una pelea verbal ya que tengo una pequeña diminución de oído. Ahora pasemos a los sectores de la sanidad que no prestan servicio porque no son considerados esenciales y que afectan a la población, especialmente los mayores que es el caso de mi gallego y ‘ue’. Empecemos por las ópticas. ¡Están cerradas! Bueno, no todo el mundo tiene urgencia para renovar sus gafas. Puede esperar. ¡Ah! ¿Pero los que tenemos tratamiento con gotas para la tensión del nervio óptico? Cada 3 semanas, acudía para una simple prueba de unos minutos. ¿Y los que padecen de sordera como le ocurre a mi gallega? ¡Necesitan pilas! Llamo por teléfono y la lista de espera es monumental. Finalmente, los servicios supuestamente secundarios que no consultan, por ejemplo, los podólogos. ¿Cómo se cortan las uñas de los pies los mayores que no pueden ni agacharse? ¿Y fisioterapeutas, dermatólogos, psiquiatras/as y psicólogos/as? Solo podemos unirnos a todos y…aguantar.  

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