Opinión

Gibraltar quiere seguir mejor tras el Brexit, si España cede

Hay una foto especialmente vergonzosa del entonces ministro de Exteriores de Zapatero, Moratinos, sonriendo feliz en la roca, cerca de los monos, con el premier de la colonia. El entonces jefe de Gobierno rompió en consenso de siglos sobre Gibraltar cuando aceptó en 2006 a Gibraltar en las negociaciones como parte separada de la delegación británica en el llamado foro tripartito establecido por el acuerdo de Córdoba, lo que debilitó la posición histórica española, que sostuvieron los gobiernos de todos los colores habidos en nuestra historia. Sin la menor contraprestación, reconocieron al gobierno de la colonia estatus jurídico propio, hasta entonces representada por Inglaterra.

Es evidente que el actual Gobierno pone sordina a la reclamación de la soberanía sobre el peñón, empezando por el terreno, donde está el aeropuerto, usurpado, pese a las resoluciones de las Naciones Unidas emplazando a Inglaterra y España a negociar la descolonización de la roca que dieron lugar a la Declaración de Lisboa, del 10 de abril de 1980. El actual premier Picardo desea mantener todos los privilegios comerciales y de relación con España de la colonia sin ceder nada a cambio. Sostiene que España nunca ha dejado de insistir en que su objetivo es recuperar lisa y llanamente la soberanía plena sobre el peñón, por lo que, a su entender, debe evitarse todo avance en esa dirección, aunque sea simbólica. Por eso dice que nunca se verá a un guardia civil en la roca, controlando las medidas que impone a terceros el Tratado de Shengen.

El pasado mes de junio, Picardo compareció ante el Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas, donde dijo que la roca no es una colonia sino un territorio con vocación de independencia. De ahí que resalta su cinismo cuando ahora manifiesta que espera que los incidentes recientes con los pescadores españoles, provocados por sus agentes, no tenga repercusiones sobre el pendiente acuerdo para acomodar los efectos sobre la roca del Brexit de la potencia colonial y que esperan que la queja española “no debería tener ningún efecto en las positivas negociaciones para el tratado postbrexit” que lleva dos años atascadas.

El acuerdo pendiente tiene graves dificultades, ya que Gibraltar se opone a que agentes españoles ejerzan, en lo que considera su territorio, puerto y aeropuerto el control de viajeros y mercancías. Y para que los agentes españoles no puedan pisar tierra de la colonia se han estudiado cien filigranas con el Frontex, sistema de gestión y control fronterizo dedicado al área europea sujeta al Acuerdo de Schengen. Picardo considera que eso vulneraría su soberanía y que nunca se verá un guardia civil en la roca.

Pero lo más grave de los planes actuales es que el derribo de la verja (inicialmente colocada por el Reino Unido en 1908 en su lado) supone consumar la ocupación del terreno ocupado y no cedido, sobre el que se construyó el aeropuerto y la ampliación de la frontera. Según los datos de la propia “Hoja Informativa” del Gobierno de la colonia, hay 32.000 gibraltareños registrados. La población activa es de 29.995 habitantes, la mitad de los cuales cruza la frontera diariamente. 9.726 de los 15.275 viajeros diarios son españoles. Este dato es relevante, ya que sólo el 60 por ciento de los que entran a trabajar a Gibraltar desde la Línea son españoles. O sea, que no son 15.000 nacionales, como se dice para justificar las cesiones de España para su interés.

Otro hecho son los gibraltareños con casa en España, que superan el 20 por ciento de su población nativa, donde residen buena parte del año, eludiendo, mediante diversas triquiñuelas el pago de impuestos diversos, entre otros, el de circulación de vehículos. La expansión de facto de la colonia sobre España mediante adquisiciones de bienes raíces en el entorno de Gibraltar preocupó tanto a la II República que el Gobierno prohibió que los extranjeros pudieran adquirir fincas en dicha zona, medida especialmente orientada hacia los llanitos. Ahora, los más ricos, como el propio Filardo hace años, tienen su segunda residencia en Sotogrande, como es bien sabido.

En Gibraltar funcionan más 80.000 sociedades y la Roca controla el juego on-line para que son vitales las líneas telefónicas que llegan desde España. La magnitud del tejido empresarial gibraltareño y el hecho de que numerosas investigaciones patrimoniales sobre redes de delincuencia en España acaben topando con el Peñón sitúa a la colonia permanentemente bajo sospecha. Sigue siendo, sin duda, un paraíso fiscal. Por si no fuera suficientemente vergonzoso, los rellenos del territorio de la roca se llegaron a realizar con materiales procedentes de España. En cierto modo, la colonia es el campo de Gibraltar, pese a la propaganda de que se quiere crear una zona de riqueza y economía común lo que en realidad es la simple expansión de la roca sobre la zona.

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