Opinión

Amnistía “ad hominem”, tasada y precio, que no nos tomen el pelo, señorías

Los beneficiarios de la amnistía en curso, según todos los indicios, no son una generalidad anónima de justiciables. Son una relación concreta, determinada y precisa, que los propios reclamantes que la exigen fijan en un listado concreto, completo y conocido.  Es decir, es una amnistía “ad hominen” para quienes cometieron delitos que, en el mismo espacio, pero en otro caso, siguen su curso ordinario. Me explicaré mejor: los convocados por el “Tsunamic democrátic” (y en la etapa previa del “procès e su caso) cometieron delitos comunes como estragos, asaltos, robos, ocupación de vías públicas y el aeropuerto del Prat, malversación, saqueos, lesiones a las fuerzas de orden público que, en su caso, inhabilitan de por vida a agentes de policía. A todos ellos alcanzará amnistía personal, si figura en la lista de la Asamblea Nacional Catalana, que hasta los numera. ¿Y qué pasa con aquellas personas que pudieron cometer actos semejantes, en el mismo espacio, lugar y tiempo como delincuentes comunes, pero sin conexión con el “procès”? Pues no pasa nada, la Justicia seguirá su curso. ¿Entoces cómo es eso de que es una amnistía “in rem”, o sea, por la cosa. ¿Cuál es la cosa? ¿Sería salirse del Estado, vulnerar la Constitución acaso? En cuanto al número de afectados se vienen manejando datos variados entre 1.800 y 4.000 afectados, cifra que parece excesiva.
Pero es que, aparte, la amnistía no responde a la necesidad de corregir o enmendar el ejercicio de derechos democráticos perseguidos en el marco de un Estado opresor. El propio doctor Pedro Sánchez dijera en su día que la primera parte del procès era, a su sabio juicio, no un delito de sedición, sino de rebelión, y se comprometió, como jefe del fiscal, de traer de vuelta y poner a disposición de la Justicia al fugado Puigdemont, del que ahora dice que ni siquiera debería haber sido sometido a la jurisdicción ordinaria. Esa generosidad ahora con los no arrepentidos del procès y del Tsunami, que se reiteran y reafirman en sus objetivos finales, de la que la amnistía es sólo un intermedio de apoyo, es un contraprecio, pago o tasa para que el doctor Sánchez, hombre de principios rectores, siga en la Moncloa. Se le han repetido hasta la sociedad sus consocios, al tiempo que insisten en que el contrato tiene una segunda parte.
Pedro Sánchez miente, sabemos que miente y él sabe que sabemos que miente. Pero tiene la desvergüenza de decirnos que es sólo cambios de opinión hacer lo contrario de que enfáticamente dijera que nunca haría. ¿Cuál es el interés general de la amnistía para el conjunto de la nación a quienes quieren destruirla? ¿Cómo se puede criticar ahora, usando el lenguaje del separatismo (lo de la “judicialización”) cuando en su día se apoyó la aplicación del 155, y se consideró más graves los hechos, que a Puigdemont no se le debió perseguir judicialmente?
¿De dónde sacan sus edecanes y consejeros que Cataluña está mejor, cuando en todo caso, lo que los contuvo fue aplicar la ley ordinaria en defensa de la Constitución, aunque luego se les otorgara el indulto y la reforma del Código Penal, que encabezaba el listado de exigencias de los socios de Sánchez como primeros pasos de su hoja de ruta que se sigue a rajatabla? Y van a por todas en todos los frentes. La imposición de que el catalán sea un idioma oficial en la UE tiene otro objetivo, es primer paso para que Cataluña sea reconocida como nación propia aparte de España. Y ahora se sacan de la manga y vuelven a exigir un mediador internacional en las conversaciones entre iguales de España y Cataluña, para exigir que el primero no se escape de cumplir lo que se acuerde. ¿Habrá humillación mayor?
Y cómo hay que buscar donde colgar la amnistía se rebusca a ver si encontramos algo parecido en Europa. ¿Pero en qué caso se otorgó la misma medida de gracia de forma selectiva a delincuentes comunes que quisieran romper el Estado y quebrar su orden constitucional, dónde se vio algo parecido? Pero es que, además, como argumenta Alfonso Guerra, esa amnistía es un juicio a la Transición y su fruto principal, la Constitución, ya que el mensaje es que no estábamos o estamos en un Estado democrático de Derecho, donde está garantizado el ejercicio de las libertades, sino en un “Régimen del 78” contra era legítimo rebelarse, de ahí que se deban borrar todos los actos de quienes “investidos de legitimidad democrática” fueron perseguidos por un Estado opresor y merecen la amnistía, para la normalización política.
Y que no nos engañen. Como ya dijera Ortega, lo de Cataluña no tiene solución y tendremos que acostumbrarnos a convivir. Jordi Canal, autor de una historia de Cataluña advierte que, tras pasos sucesivos, el nacionalismo no retrocederá. La amnistía no es final, apenas etapa en el tablero actual. Luego vendrán la autodeterminación y la soberanía.

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