Opinión

Vuelve, Casado, que te perdonamos

Diré, de entrada, que Pablo Casado siempre me ha parecido un político con muchas más virtudes que defectos, con más ventajas que desventajas. Carece de alternativas al frente del Partido Popular, una vez que, aún sigo sin explicármelo, y nadie me lo explica, Alberto Núñez Feijoo decidió no cruzar el Miño y plantarse en Madrid, abriéndose una peligrosa escisión en el partido abandonado a su suerte por Rajoy. Insistir en que los malos resultados electorales debían forzar la marcha de Casado al ostracismo político era, siempre abundé en ello, una barbaridad. Porque, hoy por hoy, Casado es el mejor. Pero tiene que cerrar algunos perfiles equívocos abiertos durante una campaña electoral en la que tuvo que esforzarse por no ser engullido ni por Ciudadanos, que es la competencia pura y dura, ni por Vox, que es el principal enemigo para la identidad del partido fundado por Fraga y refundado por Aznar. Y debo decir que, al menos eso y en medio del batacazo en las urnas, lo ha conseguido: el PP sigue por encima de Ciudadanos y el `fenómeno Abascal` ha dado un frenazo. Ahora, a Casado le toca estabilizarse. Y no cometer más errores.
Nos cuentan a los periodistas que ha habido algunos momentos tormentosos, en los que algunos 'barones', señaladamente Núñez Feijóo -que jamás ha negado su apoyo cerrado al presidente nacional del PP- y Juan Manuel Moreno Bonilla, han pedido que el partido vuelva a 'centrarse'. Es decir, que se deje de utilizar un lenguaje de guerra contra Pedro Sánchez, que aparque términos como el de "felón", que olviden la 'guerra santa' en Cataluña y que regrese a una oposición que ejerce la crítica constructiva, colaborando con el Gobierno allí donde deba hacerlo, que no es poco terreno. Siempre pensé que lo mejor hubiese sido que los 'populares' se abstuviesen en la investidura de Sánchez, para permitirle gobernar en solitario, sin la hipotenca de Podemos y de los nacionalistas, pero temo que eso sería pedir a nuestros políticos que vuelen demasiado alto. Sobre todo, dada la falta de generosidad que está mostrando el propio Sánchez.
Error personal de Casado, a mi juicio, sería designar a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del grupo parlamentario. Demasiado tajante, con una dosis de simpatía perfectamente descriptible, la señora Álvarez de Toledo ganará, sin duda, el premio 'látigo contra el Gobierno', que cada Navidad otorgamos los periodistas parlamentarios a quien más dura oposición ha hecho al Ejecutivo de turno, pero difícilmente la podríamos calificar nunca como 'Miss Concordia'. No está hecha, me parece, para negociar y creo que han acertado los 'barones' que la han puesto la proa. Casado tiene que procurar rodearse de los más dialogantes, de los más cercanos a la gente -no está mal en ese papel Teodoro García Egea-, de personas como Alfonso Alonso, aunque haya perdido en el País Vasco, o tantos otros que llevan años intentando moderar el lenguaje y los actos en el PP, y que no son precisamente los más aguerridos en la Fundación aznarista FAES.
El gran traspiés de Casado ha sido intentar aparecer como un 'duro' cuando, en realidad, me parece que es más bien lo contrario. El elector percibe estas imposturas. ¿Para qué tratar de apoderarse de las esencias de Ciudadanos o de Vox, que son esencias no pertenecen al PP, envolviéndolo todo en un brillante papel que lleva la etiqueta engañosa de 'centro derecha'? Apáñense los pactos necesarios en Madrid, o donde sea, fórmense gobiernos regionales y locales de carácter conservador, aunque sea con extraños compañeros de cama, para crear contrapesos al Gobierno nacional. Y ojalá que tales contrapesos tengan tan buen resultado como, hasta ahora, los ha tenido le Junta andaluza. Y después siga cada cual su camino.
Sin duda jugándomela -va en el sueldo- diré que me parece probable que algún día Casado sea presidente del Gobierno de España. Tiene hechuras para ello, y bastante mejores, por cierto, que otros que han sido o son presidentes. No sé cuándo ocurrirá eso -si ocurre- ni a través de qué vericuetos, además de las urnas, llegaremos a ello. No soy del PP ni soy tampoco especialmente simpatizante de este partido: uno vota en cada ocasión como le parece, lejos de militancias y sectarismos, y, por lo demás, ejerce con fruición esa faceta de mirón profesional a la que me dedico desde hace tantos años. Pero no creo que tener a Pablo Casado de presidente del Gobierno, y mejor todavía si fuese en una coalición con el PSOE y Ciudadanos, sea lo peor que podría pasarnos. Soñar es barato, qué quieren...

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