Manuel Orío
La tregua de Navidad
Detroit era la ciudad del motor de Estados Unidos, la Motown, y al mismo tiempo la capital de música y la "movida" americana con una potente actividad cultural. A mediados del siglo pasado se convirtió en la quinta ciudad del país con 1,8 millones de habitantes y siguió manteniendo el puesto durante 20 años más, hasta que comenzó su decadencia. Al principio parecía un momento puntual, pero cada vez avanzó con mayor rapidez, cerrándose empresas y fábricas y despoblándose su centro urbano a medida que se perdían empleos y se marchaban sus residentes a otros lugares en busca de empleo. Hoy cuenta con 700.000 vecinos y es la 15 de EE UU. Hace dos años, su alcalde declaró la ciudad en banca rota, incapaz de hacer frente a los pagos.
Vigo fue en el siglo XX la ciudad que más creció en España, se dice que también en toda Europa, gracias a la industria de la automoción, los astilleros y la pesca en congeladores de altura. A mediados del siglo pasado se produjo un hecho cargado de significado cuando superó a Coruña y se convirtió en la primera de Galicia en población. Todavía hoy lo es, y con diferencia, en parte por la decadencia brutal demográfica de la comunidad autónoma, sin aparente solución. Vigo escaló así hasta el puesto 13 en población de toda España y llegó a situarse muy cerca de entrar en el Top 10, a apenas unos miles de residentes de Valladolid, Palma y Córdoba, que parecían al alcance.
A finales de la pasada centuria comenzaron a torcerse las cosas. Y en la primera década del siglo XXI la Muy Leal perdió su condición de motor económico de Galicia, puesto que ahora mantiene, y cada vez con más distancia, el área de A Coruña. Los datos objetivos de producción no dejan dudas al respecto. En la segunda década del siglo, en la que estamos, también ha llegado el primer signo de derrumbe demográfico. Los dos últimos censos han certificado que Vigo fue el municipio gallego que más habitantes ha perdido en ambos ejercicios en números absolutos y ha caído al puesto 14. Lo peor es que se ha producido una brutal fuga de jóvenes en torno a los 30 años o menos en busca de futuro fuera de la ciudad y de Galicia, en otras partes de España o en el extranjero.
¿Está todo perdido? En absoluto, el futuro no está escrito, pero para cosechar hay que sembrar. Fijar objetivos estratégicos y pensar la ciudad que queremos, la de hoy y la de dentro de veinte años. Todo lo demás es perder el tiempo y esperar un milagro. O un nuevo Detroit.
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