Cartas al director

don josé domínguez, un santo

El pasado nueve de febrero, jueves eucarístico y sacerdotal, Don José Domínguez se fue al Cielo. Ha sido ante todo un hombre bueno, enamorado de su vocación sacerdotal. Estamos ante un sacerdote santo que gastó su vida en el servicio a las almas y con un apostolado fecundo, reflejo de la luz de Cristo.
La presencia de Dios en su vida ordinaria, los testimonios de las innumerables personas a las que “tocó” su existencia, sus lecciones de vida sin caer en la autorreferencialidad, sus experiencias ejemplares con los pobres, su sencillez y la paz que esparcía allí donde se encontraba, nos remiten a un hombre santo.
Fue un sacerdote entrañable que dejó una profunda huella en cientos de personas de todas las edades .Hace años escuché hablar con cariño a mi madre de un sacerdote que en la parroquia de santa Cristina de Lavadores había atraído a todos los jóvenes con los que se encontraba. Años más tarde, conocí y traté a ese sacerdote, don José.

Don José fue un extraordinario ministro de la misericordia de Dios; pasó muchas horas de su vida en el confesionario, pero al mismo tiempo, era habitual verlo como penitente confesándose de rodillas ante otro sacerdote en un rinconcito de la iglesia, y es que don José se sentía una persona llena de miserias, cualidad presente en todos los santos. 

Compartía con don José la devoción a la Santísima Virgen del Rosario de Fátima. Su amor a la Virgen, sus conocimientos sobre esta aparición mariana en Portugal, le hizo ganar el cariñoso apelativo del “cuarto vidente de Fátima”. La Virgen de Fátima y sus apariciones al Angel de Portugal y a los tres pastorcitos eran el centro de sus entusiastas y fervorosas homilías, a las que con gran respeto sus compañeros de sacerdocio tenían que poner fin porque sino serían tan interminables como su amor incondicional a la Madre de Dios.

Fue un sacerdote de trato muy cercano, de gestos cariñosos. Recuerdo en el banquete posterior a la celebración de la primera Misa de un recién ordenado sacerdote como don José me estampó un sonoro beso en la frente, ante lo que otro sacerdote me dijo:”Carolina, don José te quiere como un padre.” Son muchos los recuerdos que guardamos en la memoria del corazón todos los que tratamos a don José y que ahora tenemos un intercesor en el Cielo. Sin duda, el Inmaculado Corazón de María ha sido la estrella de su sacerdocio y el camino que le ha llevado al abrazo con Dios.”Aquel que muere en Dios va a su casa, aunque naturalmente nosotros echaremos de menos a la persona que se ha marchó. Pero es algo hermoso. Esa persona ha vuelto a casa, a Dios”. Madre Teresa de Calcuta.