Un Silicon Valley en Santiago

Santiago Domínguez y Carlos Cobas, socios de Semola Tech.
photo_camera Santiago Domínguez y Carlos Cobas, socios de Semola Tech.

El fomento de las ciencias de la vida y la biotecnología es la principal actividad de Semola Tech Ventures, una sociedad de inversión con sede en Santiago de Compostela y que pretende imitar en Galicia el modelo del Silicon Valley californiano.

S antiago Domínguez es uno de los socios fundadores de Semola Tech Ventures, una sociedad de inversión dirigida a financiar proyectos “en fase semilla” relacionados con las ciencias de la vida y la biotecnología y con la que pretende convertir a Galicia “en un ‘hub’ puntero a nivel europeo”. “Los proyectos que salen de Galicia son exactamente igual de buenos que los que salen de Londres o de California, pero necesitan financiación”, asegura en una entrevistael fundador de Semola, que pretende -”salvando las distancias”- imitar el modelo de Silicon Valley y adaptarlo en Galicia en el sector de la biotecnología.

“Si miramos hacia Silicon Valley, gran parte del secreto de su éxito radica en la reinversión de los beneficios que las primeras empresas que surgieron en California han ido haciendo posteriormente en otras compañías. Los Tesla, Linkedin o Twitters tienen detrás capital que salió de los beneficios de Paypal, Google o Facebook. A un nivel mucho más modesto, nosotros pretendemos aprovechar el éxito de Mestrelab para empezar a tener el mismo efecto en la biotech gallega, y esperamos que otros emprendedores con éxito hagan lo mismo”, sostiene.

Facturación

Santiago Domínguez fundó en 2004 en Santiago de Compostela junto a Carlos Cobas y Javier Sardina “Mestrelab”, una empresa que se sitúa hoy como el segundo mayor proveedor del mundo en software especializado para investigación química, con clientes como Pfizer o Moderna. Con apenas 3.000 euros de inversión inicial, Mestrelab tiene ahora un valor en el mercado 10.000 veces mayor y en 2020 obtuvo una facturación de un total de 6,3 millones de euros.

La empresa creció un 30 % respecto a 2019 y obtuvo un beneficio neto de 1,4 millones. Para 2021, esperan crecer, como mínimo, otro 30 %. “Tuvimos una entrada parcial en el capital de una multinacional, Broker Inc., en 2018, y eso ha generado una serie de recursos económicos con los que ahora pretendemos ayudar a desarrollar el sector biotech y de ciencias de la vida”, asegura Domínguez.
Así nace Semola, que busca nuevos proyectos empresariales y a emprendedores jóvenes que van “unos años por detrás”: “Cuando se lanza una empresa hacen falta recursos financieros y, por otro lado, faltan toda una serie de experiencias, contactos y un ‘know-how’. Lo que buscamos es aportar a ambos niveles”, explica.

En su primer año de vida, Semola invertirá un total de 700.000 euros en diferentes proyectos con el objetivo de crear un grupo de unas 20 o 30 empresas y “redimensionarlas” en el mercado exterior. “Me gustaría que en el 2030 con esa contribución y con otras muchas que van a hacer falta podamos tener un sector ‘biotech’ en Galicia que emplee a más de 20.000 personas y que realmente genere riqueza”, asegura Domínguez.

Según el fundador de Semola, Galicia es ya la segunda región que más empresas crea en el ámbito ‘biotech’, con cerca de 100 empresas que han surgido en los últimos años, que generan más de 3.000 puestos de trabajo. “Evidentemente Semola no va a ser capaz de financiar el crecimiento del sector solo, pero lo que esperamos es tener un papel de catalizador para atraer a otras entidades y a otras personas con más recursos financieros”, señala.

Para Domínguez la oportunidad es “enorme”, aunque aún “hace falta la gasolina para dar ese salto cualitativo” y ponerse al nivel de países como Estados Unidos, Alemania o Reino Unido. “La internacionalización en proyectos biotech es crítica porque al final las grandes empresas farmacéuticas y biotecnológicas, que son las expertas en llevar el producto a mercado, son empresas multinacionales que están fuera. Son Pfizer, AstraZeneca o Lilly”, asegura.

Domínguez considera que en Galicia y en España las subvenciones funcionan bastante bien y aportan recursos, pero que “ni son suficientes ni están diseñadas para serlo”: “Las subvenciones están diseñadas para apoyar a una empresa que sea de por sí viable. El desarrollo de un proyecto biotecnológico requiere inversiones significativas y la asignatura pendiente que tenemos ahora mismo en España es la financiación privada”, advierte.

Capital privado

Y es que mientras en California los proyectos se lanzan con 5 o 10 millones de dólares de financiación privada, en Galicia es muy difícil conseguir 300.000 euros: “Hace falta que el capital privado empiece a mirar un poco hacia la tecnología en general como un buen espacio para invertir. En España tenemos mucha experiencia en invertir en inmobiliaria o en turismo, porque son mercados muy desarrollados, donde el capital está acostumbrado y entiende la inversión, pero en el sector de la biotecnología no se da ese caso”, explica Domínguez.

Para el fundador de Semola es una verdadera “lástima”, ya que la pandemia ha demostrado que “el impacto social que puede tener la ‘biotech’ es muchísimo más elevado” y genera soluciones que “impactan directamente en la vida de la gente”, además de que genera empleos de mayor calidad. “Queremos ofrecer una salida a la gente que sale de las universidades y que tiene que emigrar fuera y también dar la oportunidad para mucha gente muy buena que se ha ido de Galicia y que está repartida por todo el mundo trabajando en el sector para que puedan regresar aquí”, afirma.

Semola ya ha invertido 200.000 euros en Celtarys Research SL., una empresa que desarrolla y comercializa nuevas herramientas químicas para difundir el uso de métodos basados en fluorescencia en el descubrimiento de fármacos, que permiten simplificar los procesos de laboratorio y además reducir la generación de deshechos radiactivos. “En las próximas semanas anunciaremos tres inversiones más”, adelanta Domínguez, que desde Semola trabaja con instituciones como el Clúster Tecnolóxico Empresarial das Ciencias da Vida (Bioga), con las incubadoras de las universidades y con la Axencia Galega de Innovación para “identificar proyectos de interés cuanto antes y poder apoyarlos desde el principio”.  

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