Haridian Rodríguez, exjugadora de Guardés y Porriño

"Me queda la pena de no jugar un gran torneo con España"

Haridian Rodríguez se retiró del balonmano el pasado sábado en Porriño. 

JV LANDÍN
photo_camera Haridian Rodríguez se retiró del balonmano el pasado sábado en Porriño. JV LANDÍN

Haridian Rodríguez (Las Palmas, 31 de julio de 1986) colgó las zapatillas el pasado sábado con 11 goles vistiendo la camiseta del Conservas Orbe Rubensa Porriño. Deja atrás más de veinte años de balonmano, títulos de liga con el Rocasa y el Guardés y varias presencias con la selección española. “La retirada es triste, dejas de hacer lo que te hace feliz", admite. 

 

¿Le costó  tomar la decisión de retirarse?

La verdad es que sí. Lo he pensado mucho. No fue una decisión tomada de hoy para mañana. Ya me lo planteé el año pasado y, después de Navidades, ya decidí que era mi última temporada, pasase lo que pasase. Llegó el momento porque desde los 12 años la vida que conozco es el balonmano y con esta forma de vivir. Quieras o no, sabes que terminas una etapa, que dejas de hacer cosas que te hacen feliz y que vas a dejar de coincidir con personas que quieres. A mí me llenó este deporte y estás triste porque sabes que tienes que aprender a vivir de otra manera. 

¿Tiene claro su futuro tras dejar el balonmano en activo?

Por lo menos, tengo unos pensamientos  y ya estoy hablando cosas. Además, si puedo estar vinculada al balonmano, sobre todo con niños, me gustaría mucho. Parece que se puede dar esta oportunidad y espero que salga porque quiero seguir vinculada a mi deporte y así, irme poco a poco. 

Cuando comienza, con 12 años, no piensa estar tantos años. 

La verdad es que sí. Con 12 años empecé y, desde ahí, ha sido una pasión. Ya cumplo 36 en julio y es toda una pasión. Es el concepto que conozco y también una forma de pensar y de vivir. Y me llevo valores que me sirven para la vida como el respeto y el trabajo. No solo es jugar y es un poco triste porque hay gente que difícilmente la volveré a ver. Pero también sé que, gracias al balonmano, conocía a gente que, de otra forma, no la hubiera conocido. 

¿Con qué momento se queda?

Me quedo, sobre todo, con el debut en División de Honor, que era un sueño y se convirtió en un objetivo cumplido. Después, cuando gané la liga tanto con el Guardés como con el Rocasa, que significó mucho porque era el club de mi vida. Y, por último, cuando me llamó el seleccionador para jugar con España. Al final, trabajas para llegar ahí y cumples un sueño. Es otro nivel. Sinceramente, tener esa oportunidad es un sueño. Gracias a ello puedes viajar y conocer sitios. El balonmano me ha dado mucho y me siento una privilegiada porque he podido vivir profesionalmente del deporte que me gusta y que es mi pasión. 

¿Le quedó la espina de no jugar más con la selección?

A nivel deportivo, la única pena que me queda es no poder estar en una gran campeonato, un Europeo o un Mundial, con la selección española. Creo que tenía capacidad para estar, aunque entiendo que en una selección tienes que verlo todo y hay gente de mucho nivel. Es difícil, pero creo que me hubiese gustado tener esa experiencia. Es algo que me hubiese llenado. Es lo único que me apena. 

Y, en su caso, durante todos esos años que vio a muchas compañeras de su puesto pasar por la selección.

Veía  que me llamaban a una concentración, después a otra, pero a la siguiente no. Hay mucho nivel en España y sé que es una posición complicada. Además, yo tampoco soy una pivote normal o convencional. En España, habitualmente, son grandes y yo no lo soy tanto. Soy más pequeña y más móvil e igual no soy una especialista defensiva en el tres. Entiendo que, por temas técnico-tácticos, no podía entrar porque hay que cubrir todo. Pero sí que me da pena porque creo que podía estar ahí. Eso sí, entiendo que en la selección tiene que haber un equilibrio entre lo que puedes dar y lo que se necesita. 

Estuvo muchos años en el Rocasa, su casa, y el Guardés y el Porriño, los dos gallegos. 

En su día fui a Galicia porque sabía que en A Guarda se vive mucho el balonmano. Es una pasada cómo te trata la gente y me quedó un gran recuerdo de allí. Y, después, si tenía que volver a jugar fuera, sería en Galicia porque me gustó mucho cómo me trataron aquí. En A Guarda fue así y también en el Porriño. Me sentí como en casa y, a la hora de salir del Rocasa, vi eso antes que cualquier otra cosa.

Vino al Porriño para despedirse del balonmano con otro sabor. 

Sí. La pena con la que me voy es no poder entrar en la fase final de la Copa de la Reina. A esas alturas ya sabía que me quería retirar y era la última opción. Fue un palo mental porque era consciente de que no iba a jugar más. Tenía el club ese objetivo y no lo pudimos cumplir. Por eso me marcho con ese mal sabor de boca. Las cosas no sabes cómo van a venir. 

A nivel individual sí estuvo muy competitiva. 

Siempre he sido competitiva. Las cosas pueden salir bien o mal, pero voy a dejarlo todo para ayudar al equipo. Cuando en enero te vas sin opciones en Copa y lejos de Europa, nos quedaba la opción de intentar ser octavo y era otro objetivo que me motivaba. Aporté hasta el final para dejarlo lo más arriba posible. Me dejé todo, di todo lo que tenía por el equipo. Y también me retiro porque quiero. Las lesiones me han respetado y, a nivel deportivo, el Porriño me ofreció renovar y también tenía ofertas, pero ya tenía claro que no iba a seguir. Sabía que era mi último año. 

A nivel personal, el balonmano obliga a dejar muchas cosas atrás. 

Sí. Es una forma de vida. Pero también es una etapa que pude disfrutar, conocer a mucha gente y ahora comienza otra etapa en la que tengo que ilusionarme con lo que vaya a hacer. Si no es así, no lo disfruto. Con trabajo, espero ayudar a donde vaya ahora y poder disfrutarlo. 

¿Cómo es entrenar en un Porriño con jóvenes de cantera?

Todos los días teníamos a chicas de base, ya fueran juveniles o del segundo equipo. La filosofía del club es muy buena porque, además, se preocupan porque las jugadoras estudien y tienen ese equipo de Plata que permite madurar a las deportistas y que no se les haga difícil el tránsito entre la base y el primer conjunto. Es un club que premia mucho el cómo es la persona y el factor humano. Quizá en lo deportivo no se aprieta tanto, se intenta que todo vaya bien y que la jugadora se sienta cómoda, porque todo va a ir mejor. 

Usted llega con 35 años y siendo una referente para esas canteranas. 

Sí, sí, algunas me lo decían. Y, después, sí que notaba que les hacía ilusión. Además, yo intenté transmitirle que hay que trabajar y, sobre todo, disfrutar del balonmano. Si no disfrutas con lo que haces, si no estás contenta, no va a servir de nada. Hay que trabajar y también aprovechar el momento. Con ese trabajo, todo va a llegar y no solo en el deporte, también en la vida. Es lo que a mí me vino bien. 

Entiendo que la situación laboral de las jugadoras es mejor que cuando comenzó. 

Cuando empecé a jugar no había contratos, no había nada. Como mucho había alguna ayuda para el transporte o los estudios. Poco a poco, se mejoró y, al final, quedé como una profesional con su contrato y esto te da una estabilidad. Esto te permite dedicarte a lo que te gusta. Mucha gente lo tenía que dejar porque llegaba el momento que tenía que trabajar o dedicarse al balonmano. No podía compaginar las dos cosas. Con el tiempo, se fue mejorando más y me permitió poder dedicarme a lo que me gustaba. Si no llega a ser así, tendría que dedicarme a otra cosa.

Te puede interesar