Opinión

Trogloditas

Mi padre, que vivió los tiempos de compartir un huevo entre tres y una patata cocida entre cuatro -y no todos los días- nunca trató de modo desigual a nadie ni tuvo conducta machista alguna, a menos que preocuparse por mi madre como prioridad y procurar el bienestar de su familia pudiese ser hoy considerado como conducta típica del poder patriarcal, apología del machismo o minusvaloración de la mujer en el lugar que le corresponde en sociedad, cosa que tampoco me extrañaría en absoluto de ciertas posturas feministas.

Él, que es hijo de una época de mujeres y hombres trabajadores y fuertes que construyeron las bases de nuestro sistema democrático, a golpe de azada y de legón unos, o poniendo otros su trabajo intelectual al servicio de la constitucionalización y consolidación de los derechos fundamentales y las libertades públicas, se cruzó en su vida con personas, sin conocer la discriminación de género. Nunca me dio lecciones teóricas de cómo respetar la igualdad y la libertad de las personas, me bastó con mirarle cada día. A mi padre no le enseñaron los valores éticos en la escuela, a la que no pudo ir porque tenía que trabajar para ayudar a su madre viuda y pobre, ni aprendió la igualdad ni la equidad en ningún libro, le salía natural. 

Por eso él no entendería a los trogloditas del Colegio pijo de Madrid que gritaron en masa a no sé qué “putas ninfómanas” del colegio femenino de enfrente, demostrando que la educación, el respeto y la igualdad no se aprende en la escuela, no sólo. Como no lo entiendo yo tampoco, porque mi padre sin querer y sin esfuerzo hizo algo muy importante en su vida, enseñarme a respetar y a repudiar cualquier tipo de violencia para que yo pudiera reflejarlo con mi conducta a mis hijos, a los que más de un grito he pegado pero que son personas de las que puedo sentirme orgulloso, que saben decir por favor y gracias y no miran ni tratan a nadie de modo diferente en un mundo cada vez más diverso y disperso.

Sin embargo y a pesar de los esfuerzos y la inversión en políticas de igualdad y de lucha contra la discriminación y la violencia, hay personas impermeables a dichos valores, como las ha habido siempre, pero más hoy si cabe, porque proliferan y se retroalimentan en el seno de las redes sociales, que reflejan como graciosas y divertidas conductas violentas y machistas, que se exacerban especialmente en grupo. Trogloditas ha habido siempre, uno o dos por tribu, pero hoy se encuentran y reúnen en las calles y vocean y ululan en manada.  

A mí, los únicos trogloditas que me gustaban eran los de los autos locos, y porque se daban entre sí fuerte con el mazo. Ugh, ugh.

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