Opinión

Dos hombres y un desatino

Salvando mucho las distancias, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias como Butch Cassidy y Sundance Kid –Newman y Redford, respectivamente-, se obstinan en el mismo desatino y están condenados a compartir idéntico destino. Después de semanas de desencuentro, escenifican su voluntad de saltar al vacío y enfrentar desde el abnegado esfuerzo todas las dificultades en aras del interés general del país, por encima de cualquier rédito personalista o de partido.
Pero cortesía y bien hablar, cien puertas nos abrirán, dice el refrán. Más bien semeja que no abrirá ni la primera, habida cuenta del enroque de los tres partidos que deben ponerse de acuerdo para conseguir la investidura desde la propuesta del Partido Socialista. Asistiremos, por lo tanto, a más de lo mismo o peor, más conversaciones de café con pastas, reuniones de trabajo infructuosas, horas de negociaciones sin objetivos que negociar, twuits de acercamiento y de reproche, fotos de Instagram, titulares sin contenido. Durante las semanas que nos quedan hasta agotar el plazo máximo, hasta el último instante.
Y digo yo, ¿es que no nos pueden ahorrar todo esto a los ciudadanos? ¿Por qué no se ponen de acuerdo, al menos, en adoptar una decisión en diez días? No nos vamos a poner exquisitos en exigir que sean hábiles o naturales. Un acto de sinceridad sin precedentes que podría elevarse a pacto constitucional: si no lo hay acuerdo en dicho plazo, comunicación inmediata al Rey –este sí que sería un regalazo- y al Presidente del Congreso, y convocatoria de nuevas elecciones. El mayor gesto de generosidad en la historia de la democracia reciente y una muestra de respeto hacia todos y todas, que sería apreciada sin duda. 
Yo lo dejo ahí. Pero creo que quien haga la propuesta tendría un puñado de votos ganados en la próxima cita con las urnas. Por otra parte, como estímulo para evitar estas situaciones en un futuro, en la verdadera reforma constitucional de la que todos hablan pero posiblemente jamás se haga, sería conveniente establecer que los miembros de las cámaras no tendrán derecho a la percepción de retribuciones por el ejercicio de su cargo hasta la constitución del Gobierno, al que han de investir de su confianza. En detrimento de plazos legales más breves, ganaríamos seguramente en interés y agilidad. 
Porque, si no, como dice la famosa canción de “Dos hombres y un destino”, para los políticos “las gotas de lluvia seguirán cayendo sobre su cabeza, sin que sus ojos se pongan llorosos, porque la lluvia no pararía por ello”. Es decir, como quien ve llover. Y los ciudadanos, como dijo un académico de la Real Academia Española de la Lengua, con ocasión de una impertinente pregunta que le hicieron: “a la mierda”.

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