Opinión

Sánchez y Marruecos

La noticia de que Pedro Sánchez relevó a González Laya como ministra de Asuntos Exteriores una semana después de que lo exigiera Marruecos -noticia desvelada por El Confidencial- es un escándalo.

Se ha conocido cuando el presidente del Gobierno comparecía en el Congreso para informar sobre aspectos de actualidad de su política exterior: como es la trastienda de la Unión Europea, los asuntos relacionados con la guerra de Ucrania… y Marruecos.

A Sánchez le entusiasma informar a las Cortes sobre su política exterior, sobre todo ahora que el líder de la oposición no tiene gran experiencia en ese aspecto porque su carrera se ha centrado en la política regional y nacional; además, la presidencia de turno española de la Unión Europea durante el último semestre del año, hace creer a Pedro Sánchez que durante seis meses va a ser el hombre clave de las decisiones que se tomen en Bruselas. Y Bruselas acoge las sedes de las instituciones de las que depende la economía española; de allí llegan los fondos europeos que son indispensables para financiar los proyectos de grandes, pequeñas y medianas empresas, y llegan los fondos para financiar los proyectos y promesas del gobierno.

Sobre la guerra de Ucrania el Gobierno ofrece información puntual, lo que permite advertir la diferencia de criterio entre el ala socialista y la de Podemos. Pero lo que centra hoy el interés de la política exterior es Marruecos.

Hace tiempo que Pedro Sánchez se ha dejado conquistar por el rey Mohamed, con el argumento de la importancia de la cooperación contra el terrorismo y la inmigración ilegal. Así justificó el cambio de posición respecto al Sahara. Un cambio humillante para los españoles que se mantenían firmes ante los chantajes que llegaban desde Rabat desde la descolonización hace cuarenta años. Chantaje ante el que no se ha cedido los gobiernos anteriores ni siquiera cuando llegaban amenazas de no reconocer la españolidad de Ceuta y Melilla.

González Laya cometió un gravísimo político: acoger al líder polisario para atenderlo de covid en un hospital de Logroño sin informar previamente al gobierno marroquí. Fue también una torpeza inconcebible de Moncloa -impensable que no conociera el traslado clandestino de Brahim Gali a España-, por pensar que Marruecos, que tiene España infestada de espías y colaboradores, no iba a enterarse de ese traslado. Pero lo peor de todo lo relacionado con Marruecos, país con el que siempre hay que actuar con la máxima cautela e inteligencia, es que Moncloa, no el Palacio de Santa Cruz -sede de Asuntos Exteriores- se someta a lo que marque el rey marroquí. Tanto, que si Mohamed VI dice que se cese a Laya, se la cese en cuestión de días.

Un bochorno para España. Un bochorno que este Gobierno no se plante ante Marruecos . En momentos mucho más delicados, Adolfo Suárez primero y después Felipe González y Aznar se negaron a someterse a las amenazas de los reyes marroquíes.

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