Opinión

Honorable

Hasta ahora ‘el Honorable’ era honorable por cargo, pese a llevar defraudando al fisco y a todos los españoles, incluidos sus paisanos catalanes, treinta años; casi el tiempo de nada menos toda una vida de Jesucristo que hay que ver lo que dio ésta de sí. Pero ahora ha perdido el título emérito, ese que no puede disociarse con el honor cuyo valor se le presupone como en la mili y que solo uno mismo puede perderlo por demérito propio al no responder a la expectativa ordinaria. Nada que hablar de la extraordinaria, de la gloria, de esa altura superior a la que lo subieron sus propios correligionarios convergentes en forma de estatua cual emperador romano o imagen religiosa a la que dirigir  ruegos sus fieles, gloria al padre Jordi, gloria al hijo Jordi y gloria al espíritu tramposo y ladino con el que nos la metieron a todos los demás humanos de buena voluntad. Pero de la gloria al infierno solo va un paso, el que lleva a hacerse público lo verdadero y bien tapado hasta entonces, donde la verdad te hace caer como un Mefisto político, por rebelarse al mínimo bien.
El honor del Molt Honorable se lo ha robado a sí mismo su propia codicia y ambición, porque ¡hay que ver qué cantidades se maneja esta familia! Cantidades que no se pueden ocultar debajo de un  simple colchón en piso de ciudad porque levantaría la cama hasta el techo, ni siquiera en buena masía, por sospechosa como la del Barça de cocer también irregularidades a manos y fiscales llenos. Para ocultar tanta pasta se necesita más bien de un paraíso fiscal, donde sí existe ese otro colchón de legislación ad hoc que hace descansar felizmente al usurero que guarda allí su dinero y que no tiene reparo alguno que sea país muy distinto al suyo, donde lo que cuenta es la puta cuenta, esa cuenta puta que se sirve del mercado financiero y especulativo que no paga impuestos, igualita que la prostituta realidad social que en parte vivimos.  
Ya nos gustaría que nuestros gobernantes fueran Bohidarma, Gurdjieff, Jesús, Lao Tzu o Sócrates, por citar solo algunos grandes líderes buenos de la humanidad, pero esos fueron únicos y ya han sido (es problema nuestro no tenerlos más presentes), y es verdad que el que no haya pecado que tire la primera piedra, pues aquí defrauda todo quisqui que puede según se desprende de cualquier telediario de los últimos años donde no hay nombre conocido que canta ‘escándalo, esto es un escándalo’; pero una cosa es pecar en un momento dado y arrepentirse, y otra muy distinta no dejar de pecar y además tirar piedras con catapulta. Que sí, que está muy bien confesarse públicamente, aunque no sea por conciencia con propósito de enmienda sino por investigación judicial severa que acorrala la mentira inflada por tantos años que se vislumbra ya pinchada en un palo en medio de la plaza pública, y muy bien también pedir perdón y auto inculparse de todo para que no afecte a la señora e hijos, pero con esto no basta, o no debiera sino en la lástima de Más (otro más pillado hace años en otro combinado de herencia y paraíso fiscal); lo que debiera acontecer es que se sacudiera la manta de la familia, con ‘el padrino’ a la cabeza, hasta que la última peseta de antes, o euro de ahora, defraudados, caiga en la Hacienda Pública de todos y así devuelvan lo robado. 
De fraude al honor del cargo Molt Honorable cabe hablar pues, sacando la opinión de los menos que por mor de la batalla independentista miran hacia otro lado sin que la verdad les importe a pesar de que ataca poderosamente la honradez de una sociedad, pues los más ya no son de la opinión general de que el hombre que se reviste de cargo como el de Presidente de Cataluña debe poseer las cualidades exigidas y ser  cumplidor de las obligaciones propias del mismo, porque para muestra la de Pujol. Ciertamente será preferible opinar que este hombre traicionó a su cargo que no que dicho cargo nos traiciona a todos. ¡La madre que los parió, o, mejor dicho, el abuelo que los engendró!

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