Opinión

El contrato

La ha liado parda el señor Rosell con el tema de los contratos únicos. Abrir la boca en este terreno laboral sin ser buenista, o demagogo, resulta algo así como ser gallo cacareador a primera hora de la mañana despertando a la peña que además estuvo de fiesta la noche anterior. Al margen de que nadie acostumbrado a dormir hasta que le pete, o al menos hasta que salga el sol, dejaría de tirarle la zapatilla al ave que canta dos horas antes de lo debido por culpa de maldito reloj interior. Por la misma, a cualquiera acostumbrado al contrato indefinido va a resultarle cómodo y agradable que aparezca ningún gallo, y menos ningún ‘gallito’, para despertarle de su sueño del bienestar laboral, sobre todo si es desde el mismo palo del gallinero en el que antes estuvieron verdaderos mangantes. Pero, más vale que nos despierte alguien antes del amanecer que seguir dormidos hasta el ocaso, no vaya a ser que nos volvamos ciegos de tanto cerrar los ojos y no reconozcamos después ninguna luz de propia realidad.
Lamentablemente, hemos abocado a generaciones venideras a penar los pecados cometidos por la nuestra. Los excesos de otrora son defectos para otra. Ejemplo de pecado fue la obtención de ciertos derechos laborales sin contraprestación en obligaciones paralelas. Y estoy pensando en cómo empresas quebradas resolvieron derechos laborales como si hubieran sido todo un éxito; ¡quebradas!, digo, y digo también derechos de lujo. Esto en claro perjuicio de los venideros. ¿Cuántos prematuros jubilados a costa del futuro de otros? Esto viene en parte a colación de las palabras del presidente de la Patronal en tanto unos son padres y otros hijos. Pero todos nos miramos nuestro ombligo por encima incluso de la sangre. Ya dentro de este perfil de ‘siempre mis derechos por encima de la lógica social’ llegamos a extremos de un absurdo absoluto y genial, y en parte cómico si no fuera porque la pela es la pela, como el que nos trajo unos ejecutivos de la Caixa del Penedés esta semana al ir a declarar ante tribunal por estar imputados debido a sus malas artes, al manifestar que los millones de euros que se repartieron en indemnizaciones por pensiones eran una cifra inferior a la que les correspondía según derecho, cual si además de tratarnos de burros nos quisieran apalear más. Y es que en esto de reivindicar los derechos de uno sin ver el reverso, o sea las obligaciones, los menos indicados son los que más se levantan de sus asientos para quejarse ante cualquier respondón, incluso a pesar de que en este caso los cuatro elementos del Penedés fueran los máximos responsables del final náufrago de esta Caixa rescatada, como tantas otras, por el FROB. 
A mí no me enrolla nada el señor Rosell ni su Organización, tanto o menos que los propios sindicatos, o gobiernos sucesivos, porque entre todos cada día abren más la distancia entre currantes y especuladores, entre mano laboral y frío capital, pero de ahí a que lo que haya dicho no tenga su lógica es cosa de cerrazón a cualquier búsqueda de nuevas fórmulas de entendimiento para un futuro cuyo presente lo pinta bien negro, o en cualquier caso no lo pinta de color. No sé si esta sugerencia del contrato único será o no un buen camino para ayudar a andar el futuro laboral pero al menos resulta una idea para abrir discusión y debate necesario en nuestra actual sociedad acerca de uno de los problemas que están encima de la mesa, cual es un mejor reparto del trabajo y demás derechos; en todo caso parece que mejoraría la transparencia y eliminaría tanto río revuelto donde pescan siempre los mismos: ¡siempre positivo, nunca negativo!

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