Opinión

El regenerador

La pretensión del presidente del Gobierno de regenerar la democracia en el país que gobierna es una apetencia que puede no ser compartida. Yo, por ejemplo, opino que tiene una calidad suficiente para sentirse orgulloso. Sin embargo, este súbito apetito parece resultado del profundo ejercicio de meditación trascendental adoptado por Sánchez después de que un juez expresara su deseo de abrir diligencias contra su mujer, en respuesta a una denuncia presentada en su juzgado por el sindicato Manos Limpias, señal inequívoca de que la democracia es de calidad excelente. Pero si bien el presidente ha manifestado este deseo citando expresamente a jueces y periodistas como colectivos necesarios de ser regenerados, no se ha dignado a explicarnos qué métodos empleara para llevar a cabo esta trascendental tarea. Los periodistas somos sujetos muy expuestos a las iras de aquellos a los que les afectan nuestros procedimientos, y suele ser norma que, ante una información incómoda, los aludidos respondan a sus consecuencias con denodada contundencia. Los jueces también se desempeñan en terrenos sujetos a la polémica y en multitud de casos y para desgracia nuestra, jueces y periodistas están con cierta frecuencia frente a frente.
Sin embargo, este Sánchez nuestro desea sacudir el árbol de dichos colectivos para hacerlos más democráticos a ambos quizá porque en su retiro espiritual no ha tenido en cuenta algunas especificaciones que debería haber valorado antes de transmitir sus reflexiones en comparecencia pública. En primer lugar, el país no necesita que nadie asuma la tarea de mejorar su calidad democrática que es en general excelente, aunque puestos a aceptar la tarea ésta debería iniciarse por uno mismo. Un presidente que ha convertido en problema de Estado un problema estrictamente personal, y que ha movilizado la Fiscalía para neutralizarlo involucrando de paso al rey en el problema, no es un presidente que se caracterice por su espíritu regenerador. Y puestos a exigir, exijamos que el presidente exprese con nombres y apellidos los medios de comunicación que se integran en lo que el equipo presidencial conoce como la fachosfera. Un presidente del que su ministro de Transportes asegura que es “el puto amo” no pinta muy democrático. En definitiva, que las consecuencias de este episodio ridículo no cesan.
 

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