Opinión

Cita en Davos

La primera vez que escuche hablar de Davos supuse que se refería a una isla griega frecuentada por millonarios, pero pronto fui consciente de mi error. Davos no tiene nada que ver con la vertiente mediterránea sino que es un enclave serrano situado en Suiza en el que en estos instantes se registra una temperatura de trece grados bajo cero a pesar de lo cual, en este pueblo donde hace un frío que pela se reúnen desde  hace veinte años los personajes más poderosos del mundo para discutir y determinar los destinos del planeta. Seguramente no acaban de entenderse bien o no logran coincidir en sus planteamientos, porque desde que se reúnen ha crecido exponencialmente el número de pobres si bien, a lo mejor, eso es lo que se pretende porque también los ricos son considerablemente más ricos cada año que pasa. Desde el final de la pandemia, el patrimonio de las grades fortunas se incrementa de manera extraordinaria. Dicen los expertos que a estas élites poderosas les crece su fortuna a razón de trece millones de euros cada minuto que pasa.
La situación que contempla en directo una nutrida delegación gubernamental española a cuya cabeza está el presidente del Gobierno es casi kafkiana. Sánchez se cubre con un abrigo fabricado en Toledo por una firma muy popular cuyo precio está al alcance de casi todos según se ha ocupado de filtrar el entorno presidencial para que no crean que Sánchez se contagia cuando está en ámbitos exclusivos. Y los más ricos del planeta han suscrito un documento conjunto en el que solicitan pagar más impuestos. No es una petición muy frecuente, pero la carta que firman expresa la necesidad de aumentar la presión fiscal a las grandes fortunas como paso necesario para equilibrar la distribución de riqueza. Enternece saberlo e incluso uno piensa en la misma clave que inspiraba aquel famoso serial televisivo de los años ochenta que muchos nos tragamos con fruición y sin pestañear en la sobremesa: “Los ricos también lloran”
Ojalá estén conmovidos, pero la esencia de esta petición no acaba de convencer, sobre todo a los millones de habitantes de la madre Tierra que no comen caliente ni tienen dónde guarecerse cuando llueve. Parece un argumento hecho para curarse en salud y acallar la propia e intranquila conciencia. A lo mejor me equivoco pero me extraña.

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