Opinión

Pero si han tenido un presidente afroamericano…

Mire, dilecta leyente, lo que está pasando en algunas zonas de Estados Unidos, en que parece que los polis practican el tiro al negro, ni ocurre en todo el país ni todos los agentes son racistas. Hay, eso sí, algún pasma de gatillo fácil, que parece haberse saltado las pruebas psicotécnicas.
La prueba de que los yanquis han superado su ancestral desconfianza hacia los “de color”, es que han elegido como presidente a un afroamericano que con toda su parentela, también de piel  oscura, ocupó, paradójicamente, la Casa Blanca.
Para llegar a esta situación de normalidad democrática ha habido que luchar mucho, con grandes sacrificios por ambas partes. Los blancos, renunciando a sus privilegios y los negros demostrando que no venían a destruir, sino a ayudar a construir, que no deseaban privilegios, sino oportunidades, que sabían muy bien que el “sueño americano” no consistía en dormir mientras los demás trabajan y que todo ello era posible en un país joven y multirracial como el norteamericano.
A esta buena relación entre unos y otros ha cooperado, no que la comunidad negra haya exigido ningún cambio en el diccionario sobre el concepto de “negro”, sino que han demostrado su capacidad para integrarse en la sociedad americana y hoy hay médicos, ingenieros, policías, etc. de color…negro, que no utilizan ningún tipo de victimismo y pelean codo a codo con los “rostropálidos” para engrandecer el país y conseguir una sociedad más justa.
Lo cierto es que entre la gente de color es donde existen mayores bolsas de pobreza y marginación y, como consecuencia, mayor delincuencia. Y es que las cosas no cambian de la noche a la mañana. Como diría nuestro Machado: “Se hace camino al andar”. Por eso, la gente de color, salvo algún iluminado gualtrapas, que no es seguido más que por otros carajetas, no utiliza la consabida excusa “es porque soy negro”, sino la más realista de “eres un delincuente, que además eres negro”; que has roto el contrato social, que diría el ilustrado polímata Rousseau. 
En el país de las oportunidades no se permiten excusas, cada uno es responsable de sus actos. Por algo será que, a pesar de las censuras por mantener en su Código la jeringa ponzoñosa y espasmo voltaico, todos se pegan por obtener “la visa”, admitiendo, con inusitada coherencia, que pueden ser víctimas del sistema. Desafortunadamente, la mayoría de los partidarios de este castigo solo piensan en imponérselo a los demás (lo que algunos, haciendo una peculiar interpretación de Jakobs, llaman el Derecho Penal del enemigo), y esa sí es una actitud hipócrita e irresponsable.
Por supuesto, las críticas, motivos los hay, las dejo para otro artículo.
De momento, Caballero, enhorabuena por resistir los furibundos ataques de los que quieren conmemorar la efemérides de los prehistóricos cromañones, pretendiendo  derribar la Cruz del monte de El Castro.
Estos homínidos, reconvertidos en el siglo XIX en piles rojas (versión libre) parlamentan con rostro pálido: “Tú Abel, poner oreja a tantán y señales de humo de feroces indios cainitas, que avanzan con pinturas de guerra, (cuales folclóricas Drag Queens), hacia el Fuerte Laramie consistorial, al grito de Hoka- Hey, guiados/guiadas por un Caballo Loco muy tolai-”. 
Y si recibir carta con flecha roja, han sido los Pies Negros, que van más avanzados tecnológicamente que nosotros, los sioux.
Y, como dice mi amiga Carla, “si pasa algo, se le saluda”.

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