Opinión

¡Tengo hambre!

De las entrañas de este mundo nuestro surge un terrible clamor: ¡tengo hambre! Grito seco que se ahoga en el interior de millones de personas y se apaga irremisiblemente en su mortal inanición: ¡tengo hambre! Lamento de los desheredados, que se ven aplastados por la codicia de los poderosos: ¡tengo hambre!
 No acabamos de creer que cada año mueren de hambre muchos millones de seres humanos. Esto sucede en nuestro planeta. Mientras nosotros tiramos alimentos a la basura, muchos sucumben rebuscando inútilmente entre desperdicios. Mientras nosotros satisfacemos apetencias refinadas con licores carísimos, muchos no tienen acceso al mínimo de agua potable. Mientras nosotros seleccionamos opíparas cenas, muchos desfallecen desesperadamente. Mientras nosotros derrochamos ingenio y millones en dietas de adelgazamiento, muchos se consumen con sus vientres mortalmente hinchados. Mientras nosotros escogemos con glotonería manjares, postres..., muchos no tienen más que la tierra reseca para caerse definitivamente consumidos. ¿La crisis?
 a historia de la humanidad no se construye a golpe de fatalismos deterministas. Los procesos concretos que generan y desembocan en las distintas situaciones son realización de sujetos perfectamente determinados. Sin duda, hay responsabilidades claramente delimitables y responsables indudablemente definibles.
Los pueblos ricos se hacen cada vez más ricos; a costa de los pobres, que cada vez son más pobres. Se establece una dinámica imparable de aprovechamientos injustos. Prevalecen los intereses de los opulentos. Los poderosos tienen más cosas. Los grandes capitales esclavizan a pueblos enteros. Padecemos todos el parto irresponsable de las multinacionales.
Podríamos tranquilizarnos apuntando acusadoramente a los que rigen los destinos de los pueblos; pero seguro que tal descargo no anula nuestra sensibilidad para percibir aquella inevitable palabra: ¡tengo hambre!
¿No podemos hacer algo más? ¿No podemos inyectar en nuestra sociedad el jugo transformador de una austeridad salvadora? ¿No podemos desprendernos de lo que nos sobra para que otros tengan lo que les falta? ¿Nos quedaremos cómodamente insensibles, abrumados por el peso de unas cifras que nos desbordan? ¿Seremos capaces de reaccionar solidariamente desde una sobriedad eficazmente generosa?

Te puede interesar