Opinión

Comenzar de nuevo

Septiembre es una llamada. En el ámbito político, económico, familiar, académico, pastoral... Llamada a retomar esfuerzos, planteamientos, trabajos, dinamismos vitales. Llamada a comenzar con decisión una nueva etapa.
 Solemos hablar de principio de curso. Y esta palabra entraña un sentido dinámico que se ha de vivir en el ámbito concreto al que se aplica. Nos referimos principalmente a los estudios de todos los niveles. Pensamos en alumnos, profesores, familias. Y, si nos paramos un poco más, recordamos a legisladores, políticos, administradores de los dineros de todos. Y también comenzamos un nuevo período pastoral.
 Comenzar un nuevo curso es asumir el fascinante reto de una oportunidad única y plural. Única porque no se repetirá; plural porque afecta a múltiples situaciones que viviremos. Cada una es nueva, con su propia identidad e integrada vitalmente con las otras tanto nuestras como de los demás.
 Se dan una serie de elementos rutinarios: libros de texto, vestidos, exámenes, programaciones, encuentros. ¿Será posible que nos afecte la rutina también al mismo comienzo de esta nueva pequeña etapa? ¿Será posible que se nos reduzca a “una vez más”? ¿Vamos simplemente enganchados de las circunstancias?
 En todo caso, comenzar de nuevo nos invita a tomar conciencia de nuestra situación personal: descubrir lo que nos motiva y nos mueve realmente, cuáles son las perspectivas realizables para nuestro futuro, el alcance de nuestra posible y necesaria aportación.

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