Opinión

Don Juan Manuel Cogolludo

Cuando llegué a Vigo por primera vez en 1957 a trabajar en el Cable Inglés sabía poco de España y menos de Galicia pensando que las personas eran morenos/as y que se bailaba el flamenco. No tardé en darme cuenta de que eran celtas, rubios/as, tocaban la gaita y bailaban la muñeira, similar a los bailes de Escocia. Uno de los requisitos en esa época era registrarse en el Consulado del Reino Unido que estaba compuesto por el cónsul Mr. A. D. Lindsay, vice-cónsul Mr, Rodrerick Price Mann – director del Cable - y pro-cónsul Sr. Juan Manuel Cogolludo. Fue la primera vez que conocí a Juan Manuel. Pasaron unos años y en 1964 volví destinado a Vigo, nació mi hijo Michael, llevé el certificado de nacimiento al consulado para registrarlo y seguía Mr Lindsay como cónsul, Juan Manuel como pro-cónsul aunque el vice-cónsul era el nuevo director del Cable, Mr. Max Kempson. En 1970 el Cable Ingles cerró sus puertas después de más de 100 años en Vigo y el director dejo de representar a su Majestad británica en la sede del Consulado. Por cierto, la oficina estaba en la Rua de Marqués de Valladares en la Plaza del Alameda. Juan Manuel fue designado cónsul, asumió las responsabilidades y siguió la labor de los británicos. 
A partir de esa fecha, durante años, digamos, décadas, Juan Manuel vivió todo tipo de situaciones desde las visitas de los navíos de la Royal Navy, a tratar con las autoridades de seguridad por algún delincuente, otorgar la plétora de certificados consulares, preocuparse de británicos ingresados en los hospitales sin olvidar una de las tareas más tristes que era la repatriación de un turista fallecido incluido la tarea de completar la documentación de la autorización correspondiente. Pasaron los años y llegó el momento de la jubilación. Un buen día, cuando estaba jugando al golf en Domaio, recibo una llamada telefónica. Era Juan Manuel. Por cierto, no piensen que no estuve en contacto con mi consulado todos estos años ya que de vez en cuando necesitaba de algún documento o era durante cualquier acontecimiento social como era precisamente la visita a un barco de la Royal Navy u otra ceremonia británica. Volviendo a la primero. Termino de jugar y lo llamo. ‘Hola James, soy Juan Manuel Cogolludo. Me voy a jubilar y pensé que podrías ser mi sucesor si es que te puede interesar’. ¡Vaya, pensé! ‘El problema,’ me dijo, ‘es que la oficina se cerrará y tendrás que trabajar desde tu casa.’ Con tal sorpresa le dije que lo volvería a llamar porque tenía que hablar con mi mujer, que naturalmente estaba de acuerdo. Pero primero necesitaba el ‘visto bueno’ del consulado general de Madrid. Debo aclarar que en esa época los requisitos eran conocer muy bien el Reino Unido. A los pocos días llegó de Madrid el Vice-Cónsul Mr. Danny Wickham y después de haber leído mi currículo e entrevistarme me dio el visto bueno. Tarde varias semanas en trasladar el teléfono, el casillero de correo y todos los archivos - (Una biblioteca entera) - y por fin comencé a trabajar. No tenía ni idea de lo que había heredado.
 No pasaron ni 24 horas cuando me llama el cónsul de Madrid a decirme que un matrimonio y su hijo habían fallecido en el Salnes en un accidente de tráfico. Había sobrevivido una niña de unos 3 años con solo un brazo roto. Estaba al cuidado de la Cruz Roja. Llego Danny al día siguiente. Estaban todos los medios de comunicación incluido del Reino Unido. Danny me asistió el primer día y luego me ‘dio las llaves’ para seguir con la situación. Como dicen en mi tierra, ‘me lanzaron en la parte profunda’ pero pronto aprendí y me di cuenta de lo que sería el trabajo y la responsabilidad de un cónsul. Como me dijo Juan Manuel cuando me entrego las llaves. ‘Por cierto, Madrid no esta al lado del mar. Veras lo que los problemas marítimos. Son otro mundo.’ Fui cónsul durante 5 años además de ser el último. Al igual que Juan Manuel, me pasó de todo pero llegué a conocer personalmente a miembros de la Policía Nacional, la Guardia Civil, los Judgados y naturalmente varios ayuntamientos de Galicia. Escribí mis memorias en castellano y fueron traducidas al gallego. En 2005 el Foreign & Commonwealth Office, equivalente al Ministerio del Exterior del Reino Unido decidió cerrar la mayoría de los consulados honorarios en España. El caso de Vigo quedo en el aire. Finalmente presenté mi dimisión.’    

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