Opinión

El PSOE de Sánchez formula una nueva teoría del delito, según quien lo cometa

En el último sondeo del CIS, el diligente Tezanos no incluyó la pregunta de lo que pensamos los españoles sobre la amnistía a los implicados en las diversas acciones y delitos relacionados con el procès. Pero en cambio nos preguntó el grado de alegría que sentíamos por el triunfo de la selección femenina de fútbol en el Campeonato del Mundo. Este simple hecho refleja el clima en que se desenvuelve el uso del CIS para evitar sobresaltos por parte de la opinión pública en la marcha hacia la Moncloa del doctor Pedro Sánchez, conforme el camino que le marque desde Bruselas el fugado Puigdemont y sus agentes en España. Las últimas noticias es que lo de la amnistía es una franquicia que los llamados barones del que fuera partido de los socialistas, que conserva las siglas PSOE, aceptan resignados porque la Moncloa bien vale ese trago, porque a este partido ya no lo rige aquello que dijera Fernando de los Ríos, de que un socialista no accede al poder de cualquier modo y que primero debe pensar en España, luego en el partido y finalmente en sí mismo. Ya veremos si, ya puestos aceptan lo del mediador internacional y el reconocimiento de Cataluña como nación propia e independiente, que Aragonès tercia a través de referéndum en el que voten solo los españoles con vecindad civil en Cataluña, y el fugado en Waterloo para cerrar el trato sin más.

Los barones del PSOE en convención concluyen que, si se soportaron bien los indultos y la reforma del Código Penal, no va a ver nuevos riesgos con la amnistía, y llegado el caso, y esto es lo mejor, parecen dispuestos a reformar la llamada “Teoría del Delito”, en el sentido de que una acción que, de ordinario, o sea, parta el ciudadano común, merecerá respuesta punitiva, lo sea en función de quien cometiera el delito. Es la lógica secuencia que debe seguir al antecedente de considerar que aplicar la Ley (con lo que en su momento estuviera de acuerdo el doctor Sánchez, que elevara su propia calificación de los hechos agravando el reproche penal), es “judicializar” el conflicto, y que todos las responsabilidades derivadas de aquellos hechos (incluidos, estragos, saqueos y violencia, entre otros) merecen “el alivio penal”, porque los directores y máximos responsables de aquellos delitos tienen en su mano que el doctor Pedro Sánchez pueda conformar un Gobierno de progreso. Y ya puestos a la labor, cambiemos la “Teoría del Delito” que estamos en marcha y tenemos colocado a quien queríamos en el Tribunal Constitucional, si el asunto allí llegara. 

La llamada “Teoría del Delito”, fundamento del sistema penal de un Estado de Derecho descansa, según la doctrina en tres pilares: La Tipicidad, la Culpabilidad y la Antijuricidad. Es cuando una determinada acción produce un efecto que la ley prevé, distinguiendo que el delincuente sea intencionado, o sea, dolo; o negligente, o sea, culpa. La mayoría de los países en los que se inscribe nuestra tradición jurídica comparten el sentido finalista del delito en función de sus consecuencias a partir de sus intenciones. Lo de los sujetos pasivos que sufrieron los delitos de los sujetos activos está clara. Los que actuaron violentamente y atacaron y lesionaron, en su caso de modo irreversible en sus consecuencias a los policías, ¿eran conscientes de sus actos?  ¿Lo eran los que ocuparon el Prat o cortaron las autopistas, o incendiaron el mobiliario urbano en Barcelona o malversaron caudales públicos y demás? Y anoten esto, ¿cómo salvamos los efectos causados por las acciones mencionadas? Muy sencillo: su objetivo no era en sí mismo el resultado, sino que sus actos era un simple medio de expresión de su discrepancia con la represión al independentismo y la sentencia a los dirigentes del “procès” que no escaparon. O sea, era una cuestión de voluntad: Cuando se saqueaba un comercio el objeto de romper las lunas y llevarse su contenido era una acción expresiva de manifestar una discrepancia. O sea que, en este caso, el dolo, la intención, no era lo que la doctrina califica como “la voluntad consciente, encaminada u orientada a la perpetración de un acto que la ley tipifica como delito”. Pues ya está. Los actos cometidos fueron simplemente un medio y, para la paz plena en Cataluña, merecen el “alivio penal”.

Cuando Torra animaba a los CDR a apretar o los del Tsumanic democrático asaltaban las ciudades, los servicios públicos e impedían la libertad de circulación por las vías públicas o bloqueaban el Prat ejercían su derecho a manifestarse, pese a que secuestraban el derecho constitucional de otros a la libre circulación. Vuelvo a insistir en que será de vez cómo, en la exposición de motivos del proyecto de ley de amnistía y el preámbulo de la ley que salga del Congreso reforman “la teoría del Delito” para que aquello que seguirá siendo para el común de los ciudadanos, deje de serlo para quienes incurrieron en las mismas acciones dentro del “procès”.

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