Opinión

Pedro Sánchez precisa un cursillo de protocolo

Como ya ocurriera en otras ocasiones, el doctor Pedro Sánchez, ha vuelto a demostrar que precisa, dado el puesto que viene ocupando, un cursillo de formas, modos y comportamiento no ya de protocolo, sino de mera educación común e institucional, sobre todo en presencia del jefe del Estado, ante el cual ha cometido no faltas de respeto, sino de grosería, con respecto a el orden que establece el propio Reglamento de Ceremonial y Protocolo del Estado, en el que, aparte del orden del lugar de cada uno, desprende y enlaza normas de buena educación. Abunda ya todo un álbum de fotos en actos ordinarios en los que Sánchez va por delante del Rey, desde subir a un vagón de tren o en el saludo a invitados y autoridades. Bochornoso. Pero esta vez ha sido peor. En la parada posterior al juramento de la Constitución de la Princesa de Asturias en el Congreso, ni cuando sonó el himno nacional, ni cuando pasó ante él la enseña nacional adoptó la postura de respeto común que presentaba la familia real y el resto de los concurrentes, con alguna otra excepción puntual. En cualquier de estos dos casos, lo ordinario no exige cuadrarse militarmente, pero por lo menos juntar las piernas y dejar los brazos estirados a lo largo del cuerpo, de modo natural. Y cuando pasa ante uno la enseña, hacer una leve inclinación de cabeza. Y Sánchez debe saber, como lo demuestra la famosa foto de su visita a Cataluña en la que inclina la cerviz y se pone firmes para saludar la bandera de un piquete de mossos de escuadra. Claro que el pensamiento de Sánchez debería de estar en otra cosa, el resultado de entrevista de su emisario Cerdá, secretario de organización del PSOE, con Puigdemont, al que llamó “presidente”, a fin de cerrar el trato para su investidura a cambio de la amnistía y otros presentes. Quizá ya le informaran que al tiempo que él declaraba su lealtad constitución a la Corona, dos “miembras”, las ministras en funciones Belarra y Montero, ausentes en la recepción real, arremetían contra la propia princesa de Asturias y el significado del acto mismo, concluyendo que estaban dispuestas a trabajar lo que fuera preciso para que Leonor nunca llegara a ser reina. Así pues, no nos tiene por qué extrañar que quien las tiene en su Gobierno escucha el himno nacional como música de fondo de una feria o no comparta el respeto que muestra a la bandera de los que depende para ser de nuevo presidente del Gobierno, cuando pasa del país o lo que sea asimétricamente que quiere gobernar. Claro que mientras se hablaba de nación, de España, de lealtad, de la Constitución y cosas semejantes, los representantes de la cuota de soberanía nacional que Sánchez invoca para poner en marcha la amnistía, lo que se proyectaba como fondo eran los espacios de aquellos diputados y senadores ausentes, cuyos partidos harán al “leal” Sánchez presidente de nuevo. Aunque a precio tasado.

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