Opinión

Puede que el 8-O sea un error. Como el 6-O. O no...

Imposible, cuando escribo este comentario, saber cuánta gente irá, en realidad –no lo que digan los organizadores, ni lo que asevere la policía municipal o la delegación del Gobierno–, a la manifestación de este domingo organizada en Barcelona por Sociedad Civil bajo el lema 'No en mi nombre; ni amnistía ni autodeterminación'. Allí estarán el PP casi en pleno, Vox en franca decadencia y Ciudadanos que no digamos. Y bastantes, supongo, que no son ni de un sitio ni de otro, pero menos aún son partidarios del trayecto que planea el Gobierno central bajo los dictados de Puigdemont. Es el caso que la amnistía está, como tantas otras cosas, partiendo en dos cualquier atisbo de concordia nacional: al final, la habrá, llámase como se llame, pero no será sin causar profundas heridas en la piel jurídica, política y social del país.

Puede que la convocatoria de Sociedad Civil para este domingo sea, como dicen algunos, incluso 'desde dentro', un error que contribuye a crispar más aún, y encima en la capital catalana en estos momentos, un clima que se va haciendo casi irrespirable. Puede que sí, puede que no: argumentos hay para defender ambas tesis, porque hay mucha gente, que no tiene por qué militar en un partido ni en ideología alguna, bastante harta de maniobras de distracción, de ejercicios de manipulación de la opinión pública, de falta de transparencia, del 'no a todo', del mirar para otro lado. ¿O es que acaso la propuesta que va a presentar Sumar sobre una propuesta de regulación de la amnistía no responde a un acuerdo subterráneo entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz? Tú propones un proyecto muy radical que yo digo que considero inaceptable y, a mi vez, hago una propuesta de amnistía más digerible. Díaz se configura de nuevo, como con la visita a Puigdemont, como una figura semejante a la de aquellos exploradores que cabalgaban por delante del quinto de caballería oteando el territorio comanche. Un ejercicio peligroso, hecho para los amantes del riesgo. Y YD ama, sin duda, el riesgo. Como Sánchez.

Pero si lo que genéricamente podríamos llamar 'la derecha' tiene su proyecto en la calle, el Gobierno central, que no descansa en su búsqueda de una mayoría para investir 'al jefe', traza sus planes a otra escala. Nada menos que en una 'cumbre' de la UE en plena Alhambra, con la complicidad de algunos de los rectores de la Unión, Charles Michel y Ursula Von der Leyen principalmente. Tengo la impresión de que al presidente español le importaba menos el éxito de la 'cumbre' –cuyos resultados han sido bastante decepcionantes, dicho sea de paso, y mira que nos jugábamos cosas en el envite– que poder plantear el espinoso tema de la amnistía en un foro internacional. ¿Dónde quedó aquel Borrell que asistía iracundo a manifestaciones previas en Barcelona, aquel que escribió 'Las cuentas y los cuentos de la independencia'? Pues eso: hoy está ganado para las tesis, sean las que sean, de su incondicional amigo Pedro Sánchez. Que, a fin de cuentas, fue quien le situó al frente de la diplomacia europea, nada menos. Y, además, lo hace bastante bien. Solo que en la 'manifa' de este domingo, mejor que no le esperen.

No sé si ambas estrategias, la del 6-O en Granada o la del 8-O en Barcelona son afortunadas. O cuál tiene más riesgos. Sí sé que España está dejando de creer en sus representantes. Que aquí la opinión pública ha dejado de ser la opinión publicada y que todo el mundo piensa que lo que se impone es el 'yolandismo', es decir, una pura estrategia para hacer variar la opinión de la ciudadanía sobre lo que ayer eran líneas rojas y hoy, más que líneas de un rosa desteñido, son carteles con invitaciones para traspasarlas. Veremos este domingo pancartas, banderas y gentes, escucharemos gritos que seguramente no serán los mismos que escucharemos el 8-O de 2024, cuando a saber cuántas cosas sorprendentes habrán ocurrido. Lo que me parece bastante probable es que Puigdemont ya no estará en Waterloo para seguir desde allí los acontecimientos que se desarrollen en Cataluña.

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