Opinión

Llamar o no al 'amigo Puchi', ese es el tema

Reconozcamos, en primer lugar, que no nos estamos enterando de nada en el reino de la opacidad. Aquí se cruzan las llamadas, hay una negociación en toda regla en marcha que podría decidir la configuración de España como un Estado diferente y todo queda en declaraciones vaporosas, en términos como 'Pedro Sánchez sopesa', 'Junts baraja' o 'Feijóo medita'. Expresiones que siempre son muestra de ambigüedad: sospechamos que algo está pasando ante nuestras narices y sabemos que lo que esté ocurriendo entre bambalinas va a afectar incluso a nuestro concepto de dignidad como nación, pero nadie nos dice nada en aras de la 'discreción'. La cosa, en definitiva, es que tanto el PSOE como el Partido Popular –sí, también el PP– saben que su toma del poder pasa por la aquiescencia del enemigo público número uno de España como país, es decir, Carles Puigdemont, en adelante 'el amigo Puchi'.

La consecuencia más extraordinaria de las malhadadas elecciones del pasado 23 de julio ha sido esa: la normalización de la figura del prófugo Puigdemont, un señor que ha hecho cuanto ha podido para deteriorar la imagen del país en el exterior, el hombre que, con aquella efímera declaración de independencia en octubre de 2017, provocó todas las desgracias políticas que desde entonces se han seguido, incluyendo las que a él mismo le están afectando. Y ese hombre, que había pactado con Urkullu renunciar a declarar esa independencia, convocando, por el contrario, elecciones autonómicas, rompió su pacto porque alguien en la calle le llamó 'botifler'. Ese hombre es el que ahora tiene al Estado cogido por salva sea la parte, y sus seguidores, que explícitamente odian a ese Estado, se jactan públicamente de su capacidad de 'paralizarlo'.

Ese hombre es quien más veces ha visto publicada su fotografía en las portadas de los periódicos en las últimas tres semanas. El hombre con quien todos –todos– quieren contactar o están ya contactando por vías directas o indirectas. El hombre con quien, por lo visto, hay que 'normalizar' relaciones, y pelillos judiciales a la mar. Lo siento, pero si la estabilidad política (es un decir, claro) de mi país depende de alguien como Puigdemont, prefiero repetir elecciones, aun sabiendo que puede que, con esta normativa electoral que tenemos, sigan sin resolver nada. Al menos muchos sabrán lo que no hay que votar, pero ¿qué votar?

Te puede interesar