Opinión

Un Gobierno de diez días y que ya es 'excepcional'

Pedro Sánchez decidió conmemorar el décimo día de la toma de posesión de su 'nuevo' (bueno, no tan nuevo) Gobierno concediendo una entrevista a la televisión pública en la que, claro, las hojas otoñales, o sea, los sucesos del día a día, no dejaron ver lo importante; es decir, el árbol de cómo se gobernará este país en los próximos ¿cuatro? años. Y menos aún, desde luego, nos dejan vislumbrar el bosque del futuro del Cambio que nos anega. Fue una mala entrevista, no precisamente por culpa de los entrevistadores, en la que el flamante presidente tuvo que admitir que la situación en la que se halla el Ejecutivo es "excepcional", en buena parte por la extrema desconfianza existente entre lo que Sánchez representa y lo que representa el hombre que ha permitido que Sánchez permanezca en La Moncloa.
Hablo, por supuesto, de ese Puigdemont con el que este sábado se encontrarán, se espera, los 'negociadores' socialistas en lugar y con interlocutores, mediadores o simplemente 'acompañantes' (Sánchez tiene que cuidar muy mucho los términos de su lenguaje, para no alarmar) a los que se cita como entes solamente rumoreados, pero no oficialmente comunicados a la opinión pública. En materia de transparencia tiene mucho que mejorar también este naciente Gobierno, lo mismo que su hermano gemelo y predecesor.
Y sí, la situación es excepcional, porque ni el apoyo condicionado y amenazante de Junts es normal, ni lo es que la vicepresidenta segunda se enzarce en una pelea casi total con la vicepresidenta primera, que parece estar a la fuga esperando un nombramiento europeo de altos vuelos y tiene, por tanto, desatendida nada menos que la parcela económica del Ejecutivo. O sea, que si, antes de mediados de este diciembre, doña Nadia Calviño se hace con la 'plaza' del Banco Europeo de Inversiones, no habrá pasado ni un mes desde que el 'nuevo' Gobierno tomó posesión y ya Pedro Sánchez tendrá otra vez que abrir las puertas a una remodelación; por ciento que parece que hay más de un aspirante a suceder a doña Nadia y más aspirantes aún a 'morder' parcelas de poder en el 'superministerio' económico, trasladándolas a otros departamentos. Esto a veces parece un juego de tronos más que un equipo cohesionado para servir a una ciudadanía atónita, a la que solamente la vicepresidenta Díaz ofrece, cuando no anda en otras cosas, alicientes concretos.
Claro, en la entrevista no se abordó ni la cuestión del 'muro' frente al contrario (¿qué muro? pareció extrañarse el presidente), ni el acoso de unos jueces tan super irritados con el Gobierno que han puesto en solfa al fiscal general y han 'echado' a la presidenta del Consejo de Estado, ni el enfado de los guardias civiles, del mundo diplomático, de los empresarios, ni tantas otras cuestiones que eran inéditas hasta ahora, o sea, 'excepcionales'. Me alarma, la verdad, que, para justificar la batalla que ha dado en favor de la amnistía, el presidente y ex presidente se ampare en esta excepcionalidad y en la desconfianza en y de su nuevo socio, Junts, que era enemigo, recuerde usted, hace cuatro meses. Y enemigo, sigamos recordando, del Estado encarnado en el Reino de España. Normalidad, lo que se dice normalidad, no hay mucha.
Han pasado solo diez días. Me reafirmo en que Sánchez ha remodelado su Gobierno de manera insuficiente o deficiente. Sin más incorporaciones de relieve que dos figuras, las de Bustunduy y Urtasun, aportadas por Sumar, que corresponden a una cuota de poder, pero que no ocupan lugares clave para los retos que se presentan ante la España, la Europa y el mundo del inmediato futuro. Es, pues, un Gobierno pensando en las hojas, en lo coyuntural, en el reparto de poder, y no, ya digo, en el árbol de la gobernación con y para la ciudadanía, con y para esa floreciente sociedad civil, que se configura como 'cuarto poder' ante el patente desgaste de los otros tres. Y del bosque del Futuro con mayúscula, he de repetir, de eso ya ni hablamos. Ni en la tele pública ni en ningún otro sitio.

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