Opinión

Al PP, ni agua

España sigue siendo diferente. También en política. A la vista de los resultados de las últimas elecciones, en las que el PP obtuvo más diputados que el PSOE pero sus posibles alianzas son exiguas para lograr investir a su candidato, -y que quien, en principio, puede conseguirlo es Pedro Sánchez-, el previsible resultado será una legislatura atravesada por la incertidumbre. Cuando no por broncas en el Congreso y maniobras de bloqueo en el Senado donde el PP tiene mayoría absoluta.

Todo eso se sabe y podría ser evitado. Bastaría con que ambos líderes -Sánchez y Feijóo- se fijaran en la fórmula con la que algunos de nuestros vecinos de la UE afrontan situaciones similares. Con Alemania en cabeza, pero también ha funcionado en los Países Bajos, en Austria, Bélgica, Finlandia, los Bálticos y otros. Nuestros vecinos resuelven este tipo de situaciones parejas al empate. Uno de los dos grandes partidos, para evitar alianzas con fuerzas extremistas, decide acordar algún tipo de coalición con la segunda fuerza. En Berlín han gobernado alternativamente los conservadores o los socialistas apoyándose los unos en los otros. Una fórmula que ha pasado a la jerga de la política como la "Grosse Koalition" de la que se habla en situaciones en las que los resultados electorales invitan a buscar la estabilidad mediante la transacción y el acuerdo, primando el beneficio del país por encima de los intereses de los partidos.

Feijóo y Sánchez se entrevistaron en el Congreso pero nadie esperaba que del encuentro pudiera surgir algún tipo de pacto en línea con lo que comentamos. Feijóo lo ha planteado, pero el resultado ha sido una negativa.¿Por qué? Pues porque según ha declarado el líder popular al concluir la reunión, Sánchez sigue instalado en el "no es no". España es diferente.

El pasado pesa y en un momento determinado una parte de la izquierda decidió impugnar la historia de la Transición -la feliz idea de la reconciliación- apostando por la estrategia del llamado "cordón sanitario". Una maniobra antidemocrática de exclusión que inició en Cataluña el PSC y que hizo suya y amplio el presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero y que se resume en el lema de "al PP, ni agua".

Antes de llegar al centro del escenario de la vida política española, ni al concejal Pedro Sánchez ni al posterior diputado se le conocía militancia activa en esa corriente frentista. Fue después, cuando pactó con Podemos y se dejó arrastrar por un Pablo Iglesias que no solo compartía la idea sino que la defendía con entusiasmo porque -según decía-: "el miedo tenía que cambiar de bando". Después vino el Frankenstein que ahora está a punto de repetirse porque Sánchez rechaza cualquier posibilidad de acuerdo con el PP. Aquí se nos llena la boca hablando de Europa, pero seguimos siendo diferentes. Así nos va.

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