Opinión

Los restos del almirante

El gran enigma de Cristóbal Colón radica, al parecer, en el mal estado de sus restos. El año 2004, el genetista José Antonio Lorente y el antropólogo Miguel Botella, de la universidad de Granada, confesaron su impotencia para poder establecer que los del mausoleo sevillano corresponden al descubridor de América, pues sólo disponen de 150 gramos de arena y de unas pocas astillas del esqueleto.

En opinión del profesor Botella, el cuerpo fue sometido a una “descarnadura”, operación que solía realizarse a personas de alta alcurnia, liberando los huesos de sus partes blandas.

En aquella ocasión, los investigadores se fijaron un plazo de dos años para completar su estudio. Pues las muestras tomadas de los restos de don Cristóbal y de don Diego, sólo comparten el 20% del ADN, no habiendo podido descifrar el 80% restante. La relación entre ambos personajes es por vía materna, o ADN mitocondrial.

En 2006, los “catalanistas” recurrieron a tomar muestras de ADN a personas que llevasen el apellido Colom en Barcelona, Lérida, Mallorca, Valencia, Génova y el sur de Francia, para compararlo con el del Almirante, pero el resultado fue negativo.

El problema de los citados profesores radica no sólo en el mal estado de conservación que presentan los susodichos restos sino también en su exigua cantidad. Hecho que ya sorprendiera a los asistentes de su primera exhumación en la Catedral de La Habana, el 26 de Septiembre de 1898, antes de traerlos a España.

Otra importante conclusión, derivada del trabajo de los genetistas, es la edad que le asignan al Almirante. Según el profesor Botella, basándose en un pequeño fragmento del cráneo, los restos podrían pertenecer a un varón entre 60 y 70 años (adviértase que, científicamente, la diferencia máxima admitida para un reconocimiento ocular, es de cinco años); en cuyo caso, tampoco serian los de su hijo Diego, fallecido en 1526 a los 43 años; ni los de Luis Colón (hijo del anterior) que murió en 1572, a quienes se refieren los investigadores de Santo Domingo cuando aluden a una posible confusión de los que abrieron el sepulcro, en 1795.

Los catalanes y los genoveses piensan que Colón pudo haber nacido en 1451, falleciendo por tanto a los 54 años; mientras que los mallorquines aseguran que murió a los 46; demostrándose con ello que unos y otros se equivocan, pues el hecho no concuerda con aquella frase del rey Fernando, en la Real Cédula de 23 de Febrero de 1505, al otorgarle. licencia “para que podáis desplazaros -decía- en mula ensillada, a causa de vuestra ancianidad”.

A título anecdótico, un periodista gallego llamado Vicente Pérez, redactor y cronista social del diario “La Prensa” de Nueva York, publicó en 1929 una serie de artículos sobre el último destino de algunos de los restos de Colón, por el siguiente orden: Primero, al Municipio de Génova, en una pequeña urna de cristal, por iniciativa de Don Luis Cambiaso (Cónsul de Italia), junto con un acta firmada por dos notarios, que concluía: “Y para los fines que puedan convenir a S.M. el Rey, libramos la presente en Santo Domingo, a 12 de Septiembre de 1877”.

En segundo lugar, a la ciudad de Boston –por iniciativa de Jesús Mª Castillo, ingeniero de la Catedral Dominicana- un frasco de cristal que contenía una pequeña cantidad de polvo rojizo, extraído de la urna. Y por último, a Caracas, otra porción de aquel “sagrado polvo” que recogió el General venezolano Lugardis Olivo, con prueba firmada por tres notarios, el 15 de Septiembre de 1877, y nota autorizada por los Cónsules de Alemania y Estados Unidos...No obstante, según la declaración jurada de los señores Emilio Loys y Hernández Ortega, presentes en la exhumación, no fueron aquellos los verdaderos restos del Descubridor, pues el nicho fue abierto por detrás el año 1823, por iniciativa del general Luperón; extrayéndose de él la caja que contenía el ejemplar de la Constitución, las medallas y las guías de forasteros, rompiéndose la urna en donde estaban encerradas, y la de los restos de Colón; que una vez extraídos fueron llevados a Santo Domingo; cumpliéndose de este modo la última voluntad del testador.

Te puede interesar