Cartas al director

sandeces

Si no fuera por lo siniestra que es, hasta nos reiríamos con ella por las tonterías y sandeces que dice; que ¡oiga!, algunas veces, de lo incauta que parece, incluso tiene gracia. (Nunca olvidaremos ese glorioso momento de “autoridades y autoridadas”) Lo peor es que esas sandeces se convierten en ley porque la que manda en el gobierno es ella, ya que el señor que lo preside depende de ella para seguir presidiéndolo. Y si a ella se le ocurre que hay que subir el salario mínimo (como ella no lo paga) pues el empresario a sufragar las ocurrencias de la señora. Que dice que hay que reducir la jornada laboral sin disminuir el salario (como ella tampoco lo paga) pues el empresario, nuevamente, a aflojar el bolsillo para pagar las ventoleras de la señora.

Que ahora dice que los restaurantes tienen que cerrar antes de la una (como ella tampoco es la que va a perder dinero) pues, los restaurantes tendrán que cerrar y los hosteleros tendrán que perder beneficios para pagar las ingeniosidades de la señora. Y los ciudadanos castigados a ir a la cama cuando ella diga (sólo falta que nos diga también con quien). 

Y todo así. 

Porque en el fondo, aunque parezca una ingenua, no lo es, es una comunista consumada y lo que quiere es imponer el régimen comunista: arruinando el país, arruinando a las empresas y controlando la vida de los ciudadanos.  Se meten en nuestra cama, en nuestras casas, en la educación de nuestros hijos (que ahora ya no son nuestros, sino del estado), en el idioma en el que tienen que estudiar nuestros hijos (digo, los hijos del estado), en cómo tenemos que hablar (lenguaje inclusivo), en cómo tenemos que pensar y en como tenemos que sentir, porque también está indicado a quien debemos rechazar y poner un “cordón sanitario” y a quien debemos amar porque odiar a ciertas personas es delito. Y lo último: toque de queda nocturno. (Sí, ese con el que ya estuvieron experimentando en la pandemia, para después no asustarnos tanto).  

Tal y como va a el país, los restaurantes van a tener que cerrar, pero no ya por imposición de horarios, sino porque no van a quedar ni empresarios ni personas que puedan ir a un restaurante, porque nadie tendrá dinero.  

Eso sí, siempre nos quedará la preciosa canción que le dedica Pablo Milanés…” Esto no puede ser no más que una canción” ...