Aniversario

30 años de aquella final de Copa del Celta en el Calderón

El once titular del Celta en la final de Copa de 1994.
photo_camera El once titular del Celta en la final de Copa de 1994.

El conjunto celeste perdió hace hoy 30 años la segunda final de Copa de su historia, en el Calderón ante el Zaragoza y por un penalti

Era el 20 de abril de 1994. Casi medio siglo después -46 años-, el Celta jugaba la final de la Copa del Rey. Vigo se desplazó en masa al Vicente Calderón convencido de que su equipo podía soprender al más ilustre Zaragoza. Pero no hubo goles en aquel dramático encuentro con prórroga incluida. Y en la tanda de penaltis, sólo un fallo, celeste, para ver desvanecerse la vez que más cerca ha estado el club vigués de un título.

Hoy, 30 años después, se añora siquiera la emoción de jugar una final. “Seica tiven soidades daquela pena, bon dios”.

 

 

La final, en primera persona

Antonio Estévez: Vigo - Albacete - Madrid

La aproximación a la final que hace hoy tres décadas disputó el Real Club Celta en Madrid no pudo ser mejor. Pese a que el Real Zaragoza era el gran favorito para casi todos, los vigueses se habían deshecho en semifinales de un gran Tenerife y los dos últimos partidos de liga se lograron ganar aunque eso no impidió que el equipo siguiera amenazado por tener que jugar la promoción de permanencia.

La gran final del "Vicente Calderón" estaba programada a únicamente cuatro jornadas para clausurar la temporada liguera y además entre semana, sin tiempo de recuperación. Aquellos eran otros tiempos cuando se trataba de confeccionar los calendarios, aunque ese buen inicio del mes de abril de 1994 hizo que muchos celtistas soñaran con la posibilidad de ver a su equipo alzando esa copa que con la anterior denominación franquista se había escapado en 1948.

Cuatro fechas antes del día D, los de Txetxu Rojo visitan el "Carlos Belmonte". Primera contrariedad. Una gran nevada precipitó sobre Albacete y se estuvo muy cerca de que el partido se suspendiera, aunque al final se pudo jugar y pese a las malas condiciones del césped, no hubo que lamentar lesiones y lo más importante, el Celta se hizo con la victoria por un contundente 0-4 que sirvió para subir aún más la moral del grupo.

Es a partir de entonces, cuando el equipo empieza a pensar en la final contra los maños. En aquellos tiempos, el hotel de concentración no estaba vedado para casi nadie. Rojo se había llevado a todo el plantel y durante tres días, los periodistas desplazados pudimos vivir en el Parador Nacional de Albacete esa ilusión que respiraban los futbolistas para regalarle un título a esa afición que ya había comenzado a desplazarse de forma masiva a Madrid.

Rojo quería sorprender a Víctor Fernández, entonces técnico del equipo rival, y preparó el último ensayo en Albacete antes de viajar a la capital de España. El vasco era un tipo tan duro como entrañable y antes de ese entrenamiento reunió a todos los periodistas que estábamos con el equipo. "Os dejo ver lo que vamos a hacer pero con la condición de que no digáis en vuestros medios la alineación que voy a sacar".

El técnico de Begoña, preocupado por las subidas al ataque del lateral derecho Belsúe, tomó la decisión de trasladar a la banda izquierda a Jorge Otero y colocar por la derecha a Luis Dadíe. Ninguna crónica previa a la final se hizo eco de la posibilidad de que Otero fuese el lateral zurdo. Pero para mi sorpresa, los maños se enteraron. En la noche anterior, José María García consiguió tener en su programa a Txetxu Rojo y Víctor Fernández. Este acudió a los estudios centrales de la Cadena Cope junto a su secretario técnico, Pedro Herrera, que hasta pocos meses antes había trabajado para el Celta y con el que mantenía muy buenas relaciones.

Por mi condición de redactor de Cope, yo también era testigo directo de lo que sucedió esa noche. Después de las presentaciones de rigor, Herrera hizo un aparte conmigo y me soltó una bomba inesperada: "Antonio, me puedes confirmar que Otero mañana juega en la izquierda". Intenté poner cara de póker y negarlo todo, pero sabía que alguien había puesto a los maños en la pista buena.

De regreso en un taxi al Hotel Mindanao, le conté a Rojo lo que había pasado con Herrera. El vasco empezó a jurar en arameo pero no quiso modificar nada de lo que había previsto en Albacete porque, entre otras cosas, nunca sabremos si fue decisivo en el desarrollo de la final.

Total, que lo sucedido la noche del 20 de Abril en el ya demolido "Vicente Calderón" es de sobra conocido y al  menos no quiero ser yo quien reabra heridas en todos esos celtistas por encima de la treintena. Personalmente, siempre me gustaron las películas con final feliz y esta gran película únicamente tuvo ese final soñado a las orillas del Ebro. Yo sigo esperando que algún día esa Copa del Rey se tiña de celeste y pueda ser paseada por las calles y la Ría de Vigo.

Mila Alonso: Na ledicia xa era celeste​ e celtista no padecer

Hace treinta años el centenario estaba muy lejos, C. Tangana era un niño y el himno no existía ni en su cabeza, pero el sentimiento estaba en todas aquellas personas que vestían su corazón futbolístico de celeste.

Acostumbrados a subir y bajar como un ascensor durante muchos años, el Celta regresó a Primera en el 92 de la mano de Txetxu Rojo y aquí empezó una buena etapa para la entidad, con un equipo serio, firme en defensa, con la clase de Vicente en el centro del campo y con jugadores letales en ataque como Vlado Gudelj, Salva o Losada. Un conjunto que logró ilusionar a una afición poco acostumbrada a estos excesos. Así, en la segunda temporada consecutiva en Primera, el Celta se plantó en la final de la Copa del Rey, después de eliminar al Tenerife de Valdano, en una eliminatoria épica en la que tampoco faltó su pizca de dramatismo cuando en el partido de vuelta los isleños se pusieron dos goles arriba e igualaron la eliminatoria. Pero Gudelj, con un doblete en el tramo final, levantó a la ciudad hasta altas horas de la madrugada.

Imposible no recordar esa llegada a Vigo después de eliminar al Tenerife. La pista de aterrizaje de Peinador inundada por la marea celeste que recibió al equipo a pie de avión. Ahí comenzó la locura, que llevó a 25.000 personas a Madrid, en una caravana de autobuses sin final; en trenes, en coches particulares… Esa marea celeste que inundó el Vicente Calderón, para enfrentarse a un Zaragoza con más nombre, en un buen momento y con Víctor Fernández, el técnico de moda, al frente.

En el césped poco fútbol, poco que contar. Mucha tensión y mucho miedo, que se vio reflejado en un partido soso, casi sin ocasiones, pero que nos hizo soñar cuando Salva remata de cabeza a falta de escasos minutos y los 25.000 celtistas vieron el balón dentro. Pero no. Tocaba eso a lo que estamos acostumbrados: Seguir sufriendo. Prórroga y penaltis. En la portería, un seguro de vida, Santiago Cañizares, hacía soñar a los celtistas: “Seguro que para alguno”, se decían en la grada. Pero no era la noche, no era el día, no era… Uno tras otro, fueron entrando todos los penaltis hasta llegar al último. Alejo, un central que, fuera de los entrenamientos, había tirado un penalti en su vida, se convirtió en el protagonista inesperado. A él le tocó tirar porque otros se arrugaron ante la responsabilidad y Alejo se ofreció. Una vez más, nos toco sufrir. Alejo falló y la Copa se escapó.

Llegaron las lágrimas, la desolación, la tristeza… pero ni un reproche a Alejo, que recibió el cariño de su afición con el grito de “Alejo, tranquilo, Vigo está contigo”. Como tantas otras veces tocaba regresar a casa, pero esta vez a seiscientos kilómetros, con la derrota, con el “casi”, con el “qué cerca estuvo”… Pero con el escudo un poco más incrustado en el pecho y con la sensación de que en la próxima será… No fue, pero habrá más. Porque en todos estos años no ha habido títulos, es verdad, pero sin embargo ha crecido el celtismo. Ahora hay más socios/as que nunca, más cariño que nunca, más apoyo que nunca, más fe en la cantera que nunca… y disfrutando cada pequeño logro como si fuese un título, porque “Na ledicia son celeste, celtista no padecer”.

 

Los periodistas Antonio Estévez y Mila Alonso cubrieron la final de Copa del Rey del 20 de abril de 1994 para Atlántico.

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