“No hay ninguna ciudad en Galicia que se pueda parecer a Roma”
Anxo Rodríguez Lemos, historiador
El historiador miñorano ‘cum laude’ comenzó sus primeros trabajos de toponimia a los 14 años
El historiador local Anxo Rodríguez Lemos (Baiona, 1994) ejemplifica el refrán que dice “el que algo quiere algo le cuesta”. Fue un apasionado precoz del patrimonio inmaterial y de la documentación antigua. Comenzó a coquetear con la toponimia a la tierna edad de 14 años cuando ya tenía claro que lo que quería estudiar era Historia, justo en ese momento comenzó a estrechar lazos con el IEM, primero por estudios y luego por placer e inquietud, siempre con los nombres de lugares como telón de fondo. Tuvo grandes inspiradores a lo largo de su trayectoria y todavía recuerda con cariño a su vecino Enrique Jose Manuel Fragata, un vecino de su Baíña natal con el que pasaba horas y horas hasta el punto que lo considera su “abuelo adoptivo”. Según explica fue uno de los primeros culpables de que “el gusanillo” de la investigación le calase en el cuerpo. Algunos lo llaman erudito, otros lo califican como el hombre que más documentos de memoria se sabe del archivo de Baiona, pero lo que es indudable es que con solo 27 años ya es doctor. El pasado mes de marzo tras años de intensa labor obtuvo la puntuación sobresaliente ‘cum laude’ por su tesis “Religiosidad local en el noroeste de la Península Ibérica: cultos populares y lugares santos (ss. XVII-XIX)” por el tribunal del Universidade de Santiago de Compostela. Ahora sigue dando rienda suelta a su curiosidad entre reconocimientos a su labor por parte de diferentes entidades. El último en el Día das Letras Galegas, una auténtica encerrona que lo cogió por sorpresa.
Se suele decir que usted es el que más sabe de Baiona. Es inevitable pensar en la figura de Héctor Barreiro, el último cronista de la villa. ¿Está llamado a sucederle?
Son palabras mayores, pero hay un hecho curioso en lo que me formula. Y es que mi mejor amiga es la nieta de Don Héctor Barreiro. Siempre me dice “en la familia estamos contigo”. Él fue el último y el primer cronista oficial, en Baiona levantas una piedra y hay historia y lo cierto es que sin quererlo lo estoy ejerciendo. Recibo constantemente llamadas de diferentes departamentos y podrían llamar a otras personas, pero soy de Baiona y llevo muchos años trabajando sobre el tema. Parece que se levantó la espinita. Pienso que si existe una investigación seria y buena divulgación, la gente responde. Esto se nota en las jornadas del IEM que cuenta con cientos de personas interesadas.
¿Cómo comenzó su pasión por el estudio de la historia y el patrimonio inmaterial?
Nací en el barrio de Fontes en Baiona que aunque está cerca del núcleo urbano no deja de ser una zona aislada y tampoco abundaban niños con los que jugar así que comencé a interesarme por temas más de corte cultural. En el CEIP Fontes-Baíña, donde estudié, me enganché al proyecto “Coñece a túa vila” porque nos llevaba a exposiciones, charlas o excursiones por diferentes puntos de la villa. También me marcó la revista escolar ‘A Tartaruga’ en donde participé activamente redactando mis primeros artículos. En el instituto seguí en esta línea y a los 14 años nos mandaron un trabajo en 3º de a ESO con varios temas posibles y uno de ellos era sobre toponimia. Así empezó todo. Comencé a vincularme con el IEM y trabajé con ellos, pero la colección de mi bisabuela compuesta por más de 300 fotografías y documentación tuvo mucho que ver. Los primeros libros con los que trabajé fueron los de foros y de apeos donde el hospital recogía las rentas del Val Miñor, estaban en el archivo. Una cosa fue llevando a la otra pero desde bachillerato siempre tuve claro que quería estudiar Historia, aunque me decían que no tenía mucho futuro.
Cuando se licenció prosiguió sus investigaciones con un contrato predoctoral de tres años en la USC hasta que finalizó la tesis. ¿Ahora a qué se dedica?
Mi contratación finalizó en marzo, cuando presenté mi trabajo, y ahora estoy impartiendo clases para la USC en 4º ciclo universitario para mayores de 50 y las compagino con varios proyectos de investigación del departamento. También imparto seminarios y participo en congresos para hacer méritos. En junio me voy a presentar a las oposiciones de secundaria pero más que nada para ver el examen. Tengo compañeros que llevan años preparándolas. Tengo pendiente la recogida de la toponimia de Vincios que la haré este verano.
¿Cómo lo logró?
Tras graduarme me presenté a una beca competitiva estatal que me concedieron. Posteriormente logré otra para estancia en el extranjero y estuve en Roma trabajando en el archivo del Vaticano. Si pude estudiar fue gracias al sistema público, de mis ahorros trabajando y recogiendo toponimia.
¿Qué anécdotas guarda de su estancia en Roma?
Fue una completa joya, estuve alojado en la residencia de monjas Obreras de la Cruz de Palencia, el único hombre en una comunidad de mujeres muy religiosas y nos pasó de todo. En una ocasión una de ellas se cayó y se rompió el fémur, nos dejaron una silla de ruedas sin aire en las ruedas, un show. Participé en actos en la Embajada española, aprendí a vivir en el día a día de la vida cotidiana, actividades de la iglesia nacional española. Muchas anécdotas, moverme entre turistas, autobuses llenos de gente hasta los topes, no hay ninguna ciudad en Galicia que se pueda parecer a Roma, son millones de turistas diarios.
Usted es un apasionado de las colecciones, la primera de ellas de postales que empezó con 14 años. ¿Tiene alguna más?
Pues sí, coincidiendo con mis trabajos de recogida topónimos visité casas que tenían mucha herramienta. Comencé recopilando las de labores de tierra y luego amplié al mar. Actualmente tengo más de 2.000 piezas de diversos oficios como zapatero, carpintero de tierra y de ribeira, cantero, albañil, costurera, escuela, alfarero, construcción de velas, marineros, trabajo de tierra. Algunas las he expuesto en las muestras de la Arribada y en los últimos años empecé a invertir en el tema. Es algo que viene de familia, mi padre colecciona monedas y mi tatarabuelo hacía lo mismo que yo, pero en su caso por necesidad
¿Qué me dice de coleccionar nombres de lugares?
Al fin y al cabo recabar, recopilar o coleccionar pueden ser sinónimos. Cuando visitas a informantes, en el caso de los trabajos de toponimia, hay un factor psicológico porque te cuentan parte de su vida, estableces un vínculo y se estrechan lazos. No solo colecciono nombres de lugares se podría decir que también amistades, en mi base de datos tengo más de 200 personas entrevistadas y cuando alguna fallece siento gran pena. Una colección de lo inmaterial que convierto en material.
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