Pedro García Aguado: “Me dedico a ayudar porque eché de menos a alguien así cuando era joven”
“Llegué a este mundillo al revés: primero aporté la experiencia y luego he ido incorporando la formación”
El campeón olímpico de waterpolo y coach Pedro García Aguado (Madrid, 1968) visita Vigo para dar una conferencia en el Foro Fundamental. Desgrana su experiencia ayudando a jóvenes conflictivos en Atlántico TV.
Hablará sobre éxito y fracaso en su conferencia del Foro Fundamental. ¿Qué une estos dos conceptos?
Son dos grandes impostores, porque muchas veces el éxito depende de la lectura que des, puede tener algo que ver con el reconocimiento social, de haber hecho algo bien en algún aspecto concreto de tu vida, pero hay mucha gente exitosa que quizás no es famosa. Sin embargo, el fracaso se mira de una forma más privada, se vive en soledad, amargamente, tiene mucho es de aprendizaje, de poder darle la vuelta al argumento, de entender qué es lo que te ha llevado a esa situación. Para mí, del éxito se puede aprender si le das una buena lectura, y del fracaso se aprende también mucho.
Su plata en Barcelona 92 fue vista como un fracaso.
Un psicólogo que conozco, Fabián Villena, habla de la fórmula de la felicidad, que es igual a la realidad menos las expectativas. En este caso, en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, nosotros como equipo, sí que teníamos la ilusión de hacerlo bien, pero no tanto de ganar el oro. Pero los medios de comunicación y nuestro propio entrenador en las redes de prensa, sí que cebó y generó esta expectativa de que íbamos a quedar campeones olímpicos, con lo cual la medalla de plata con los italianos, después de tres prórrogas, supo fracaso y se vendió como un fracaso.
No hay un solo camino a la rehabilitación. ¿Cuál fue el suyo?
Me echaron de la selección española de waterpolo en el 2000 y eso para mí fue algo muy negativo. Durante tres años más mi carrera deportiva a nivel del club fue muy bien, pero yo no estaba en la selección. Tenía mucha rabia, mucho odio, sobre todo contra el entrenador. Pero en el 2003, cuando yo ingreso, y tomo ese camino de cambiar totalmente mi vida lo vi como algo positivo. Dije, ‘si no me hubieran echado de la selección en el año 2000, yo no estaría entrando tres años después porque hubiera seguido pensando que no tenía ningún problema’. El camino que yo elegí fue el de la terapia, el de ayudar a las personas.
¿Cómo vivió el paso de la vida del deportista de élite a la civil?
Lo primero que sentí fue miedo, yo no tenía estudios superiores, había empezado la licenciatura de Ciencias de la Actividad Física y Deporte, pero no la terminé, con lo cual fue un gran salto al vacío ese momento de mi vida. Empecé a trabajar como vendedor de aspiradoras, luego como ayudante de recepción en un hotel y luego pasé a trabajar como terapeuta y monitor en un centro de adicciones. En esa transición a mí me ayudó mucho un programa del Comité Olímpico en el que me hicieron entender mis ‘habilidades blandas’: yo sabía trabajar en equipo, aceptar mi rol dentro del equipo, sabía hacerme responsable de los resultados y tomar decisiones bajo presión. Con todo ese bagaje, pensé que a lo mejor sí que puedo servir para algo, y ahí se produce la transición. No aporto a nivel laboral un currículum teórico con estudios, pero sí con habilidades. Entonces, durante estos 22 años he ido incorporando la formación. Yo lo he hecho al revés, primero la experiencia, y luego la formación.
¿Qué le llevó a trabajar con jóvenes con problemas de conducta?
Yo pienso que me nació la idea en la silla de terapia, en el año 2003, viendo cómo la vida se podía tomar de otra manera. Entonces pensé, qué importante hubiera sido para mí, cuando yo tenía 17 años, que alguien me hubiera enseñado a gestionar mis emociones, que de las adversidades no se huye, sino que se pueden afrontar. Quiero comunicar para, en la medida de lo posible, disuadir a algún chaval de 14, 15, 16, de consumir alcohol y drogas que se empieza a consumir. Y luego poder ayudar a personas que ya, por las circunstancias que sean, han desarrollado dependencia. Y de ahí me nace el ayudar y comunicar a los jóvenes, porque eché de menos que alguien me hubiera hablado como yo les hablo a los jóvenes.
Precisamente esto fue lo que trató en el programa de televisión “Hermano Mayor”. ¿Qué diría que aprendió de esa experiencia?
Yo aprendí primero a no juzgar a esos chicos.Que para sus comportamientos hay un origen. Eso no lo justifica, pero hice la distinción. No son malas personas, tienen mal comportamiento. Desde ahí le puedo ayudar. Una mala persona, yo no sé si se cura, pero un mal comportamiento se puede reeducar. También aprendí que hay ciertos modelos educativos que sí que te pueden llevar a un mejor o a un peor comportamiento, como el de la sobreprotección, el autoritarismo o la cercanía, los ‘papis y mamis colegas’. Me respondí desde el coaching la pregunta de ¿para qué educo? Pues para que mis hijas el día de mañana sepan valerse por sí mismas. Y eso me lo enseñó todo “Hermano Mayor”.
¿Cuáles cree que son los errores más comunes que se cometen a la hora de educar a los hijos?
Uno es la sobreprotección, es decir, no permitir que mi hijo o mi hija en ningún momento se caiga, se tropiece, falle. Voy a estar siempre sobrevolando sus actividades y metiéndolo entre algodones. Llegará un momento que esos algodones ya no estén y mi hijo se haya vuelto un discapacitado para vivir en sociedad. ¿Por qué? Porque no va a poder ir a pedir un trabajo, no va a saber gestionar un no, no va a saber gestionar su frustración porque las cosas no van a ir como quieren, porque eso se enseña desde pequeñito. Para mí, es el modelo más perjudicial.
¿Está a favor o en contra de introducir las nuevas tecnologías en Educación?
Totalmente a favor de las tecnologías bien usadas. ¿Cómo? Enseñándole muy bien al usuario, en este caso al niño o al adolescente, qué es una tablet, una tecnología para la formación, para la educación y para la información y cuándo la estoy utilizando para entretenimiento. Si yo no pongo ese límite, voy a confundir. Hay que formar, educar y te sensibilizar hacia los riesgos que puede tener el mal uso de estas tecnologías.
¿Existen los casos perdidos?
Voy a poner un ejemplo de un educador salesiano en Sevilla que me dijo que cuando habla con los padres que vienen rendidos y dicen que quieren tirar la toalla en la educación de sus hijos, les responde “no la tires demasiado lejos”. Siempre hay una posibilidad. Y yo a la pregunta que me has hecho me quedaría en quién creo yo que no puede cambiar. Pues aquella persona que a lo mejor ya tiene algún trastorno sociopático, psicopático, y su propia naturaleza no le deja o no le permite dejar de hacer daño porque es incapaz. Yo me iría más a la enfermedad como límite para poder cambiar y si no hay ningún tipo de trastorno ni patología, creo que siempre se puede cambiar.
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