Opinión

¡“Pucha” Perú!, ¿Otra vez?

Hubo un tiempo en el que las chimeneas de la Pesquera Islay, la Pacific Canners y la conservera Abella no descansaban. Las factorías que competían en el litoral mollendino en la explotación de pescado no daban abasto para intentar procesar la inmensa cantidad de capturas extraídas del Pacifico para convertirlas en conservas, productos frescos, harina, y aceite de pescado. Ambas estaban situadas en Mollendo, localidad al sur del Perú, a menos de 90 kilómetros de la hermosa Arequipa, la “ciudad blanca” que vio nacer a Mario Vargas Llosa.
Mi padre y mi tío eran los propietarios de esas fábricas. Entre tanta actividad frenética que allí acontecía, vine imprevistamente a este mundo hace ya casi cincuenta y nueve años. Mis hermanos vivieron en Perú casi cuatro años y, yo, apenas tres. Podríamos haber continuado perfectamente allí como hicieron mis primos, sabe Dios con qué vida; distinta, no cabe duda ¡pucha madre! Pero la decisión de retornar a España fue impuesta por la enfermedad y el golpe militar de Velasco, que entonces derrocó al presidente constitucionalmente elegido, Fernando Belaúnde Terry.
Fue mi falta de voluntad y carácter lo que impidió no haber vuelto a pisar aquella tierra. Pero, la voluntad se recupera y el carácter muda, así que más pronto que tarde tomaremos ese “pisco sour”, queridos primos. El caso es elegir bien el momento oportuno y que la agenda de ningún golpista me devuelva de nuevo el recuerdo de otro amargo retorno. Y es que, desde 1962, Perú sufrió ocho golpes de Estado. El país no fue ajeno al fenómeno que tristemente se reprodujo desde esa década en toda América latina. La toma violenta del poder se ha convertido en una práctica recurrente de abolición de la idea tradicional del Estado. Procesos sistemáticos de militarización o de irrupción de populistas salva patrias que se sientan a calentar las sillas del águila, no hicieron más que provocar la propia extinción de la idea misma del Estado, arruinando toda la posibilidad de desarrollar una democracia verdaderamente liberal, instituciones judiciales sólidas, y una sociedad civil pujante.
Tristemente, el Perú, nos ha dado el último ejemplo. Dijeron: “Perú dice nunca más para avanzar hacia un país más justo, con más derechos y más soberano (Íñigo Errejón), “un presidente con un discurso desde abajo, para los de abajo, amable con los débiles y firme con los poderosos ¡cuánta esperanza!” (J. Carlos Monedero), “parece que va a ganar Castillo en Perú, esperemos que la ultra derecha no intente dar un golpe de Estado” (Pablo Echenique) o “esperanza para la democracia” (Yolanda Díaz). Os ha mirado a todos un tuerto. Ahí lo tenéis, un nuevo golpe de Estado, y de los vuestros. Eso sí, de apenas tres horas, después de las cuales se ha restablecido felizmente el orden constitucional. Aunque con un futuro muy poco prometedor, por cierto.
Que disfruten con salud de lo votado.

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