Opinión

Se busca presidente que asuma costes

Todas las decisiones que no hayamos tomado por amor o intuición, habrán sido fundamentadas con un mínimo análisis de coste-beneficio. Este concepto se le atribuye al ingeniero francés llamado Jules Dupuit. Trabajaba al final del siglo XIX en la construcción de un puente cuando el gobierno le preguntó cuánto debería de cobrar por el peaje para cubrir el coste de la construcción y de su mantenimiento. Dupuit fue el primero en plantear una manera diferente de calcular el coste neto del puente. Calculó cuántas personas estarían dispuestas a pagar por utilizarlo y restó del coste los beneficios futuros. Desde entonces, este análisis es habitual para determinar si los beneficios de una inversión superarán los costes que ésta supone. Es decir, para saber si una inversión determinada merecerá la pena o no.
Como suele ser habitual, estas cuestiones tienden a extenderse a otros usos y diferentes entornos. También en el ámbito público. Los políticos deberían adoptar soluciones que resulten socialmente positivas; sin más. Sin embargo, estamos ya hasta el gorro de que tomen las que, para ellos, no resulten políticamente negativas. Cuando el coste es económico, barra libre. Cuando el coste es político, quieto parado. No abras el melón, no vaya a ser que nos quite votos. Encontraremos pocos políticos que hayan tenido la audacia de haber tomado decisiones impopulares sabiendo que sus efectos pudieran tener, a largo plazo, unos beneficios extraordinarios para la ciudadanía. El corto plazo es su hábitat natural y las urnas su único pasto. La sociedad civil empieza ya a percibir el inicio del colapso del sistema. Pero en el panorama político español no hay nadie que quiera capitanear ni asumir el riego político de enfrentarse con las cuestiones más candentes y antisociales. Para eso hay que tener espaldas. Se trata de aguantar uno, dos, o tres años, la ira de los contrarios, el desacomodo de los parásitos, o la excitación mediática. Me vienen a la mente Thatcher, Juliani o Bukete. Habrá más, pero no los encontrarán entre los que pasan directamente de la cafetería de la universidad a un ministerio con un sueldo que en ningún otro sitio hubieran soñado. Montarán “drama-queens” inclusivos, resilentes y sostenibles, pero no abrirán el insostenible melón de las pensiones, el colapso de la sanidad pública o la imparable criminalidad de nuestros barrios, por no poner más ejemplos. Todos, sistemas intervenidos, politizados y burocratizados. Y en quiebra. Se busca un presidente que asuma costes y genere beneficio universal, no particular. ¿Ustedes ven a alguno por ahí?
Que disfruten con salud de lo votado.

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