Opinión

La España vaciada

La presencia en Madrid de manifestantes llegados de todas las zonas del país que se están despoblando, tiene una trascendencia mucho mayor y debe merecer una atención mucho más profunda que ese eslabón de situaciones que ocupan minutos y minutos de los informativos de las televisiones y páginas y más páginas de los diarios. La España vaciada, que citó en Madrid a 50.000 personas según la delegación del Gobierno y 100.000 según los organizadores –dejémoslo en 75.000 que es el justo medio-  es la voz de una ciudadanía que se siente abandonada con toda la razón, porque un largo y dramático cúmulo de circunstancias ha ido privándola de lo más perentorio, mientras los sucesivos gobiernos no han podido o no han sabido meter mano a esta tragedia.
Dicen los números fríos y sin sentimientos, que el noventa por ciento de la población española se concentra en el treinta por ciento de su territorio. O lo que viene a significar la misma cosa, un setenta por ciento del territorio nacional está ocupado por un diez por ciento de población. Tres cuartas partes de nuestra geografía están despobladas. Lo razonable, sobre todo si se manejan fondos públicos y se tiene acceso a resortes de poder, es preguntarse por qué se produce este fenómeno.
Esos cientos de miles de personas –contribuyentes con los mismos derechos que los de ciudad y mucho mayor espíritu de sacrificio- se preguntan por qué no tienen tren, no tienen farmacias, médicos, ambulatorios, colegios públicos, accesos decentes, tiendas, cajeros y oficinas bancarias y conexión de banda ancha. Pueblos perdidos de las provincias de Teruel, de Soria, de Ávila, de Ourense, de Zamora… donde los servicios más primarios,  aquellos que los habitantes de ciudad no otorgan comprensiblemente ninguna importancia, no existen. Ellos no tienen supermercado, ni cuentan con locales de ocio. Tienen una difícil conexión ofimática que casi siempre falla, han de contentarse  con esperar camionetas de reparto una vez a la semana, tienen que viajar kilómetros para ir a la escuela, y sus ordenadores no funcionan. Ese es el debate necesario y el que pide soluciones, en lugar de toda la matraca a la que estamos siendo sometidos de la mañana a la noche. La España despoblada, sin tendencia política ni otras zarandajas exige que se le escuche. Y nadie se lo hace.    

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